Leyendas de pescadores

Resumen

El hombre ajustó la carnada, revisó la boya y lanzó el anzuelo al recodo del río. Lo vio hundirse mientras el agua formaba suaves círculos que se iban agrandando hasta desaparecer en diminutas olas contra el barranco moviendo lentamente las hierbas de la orilla. Vio la boya deslizarse suavemente como barquito de papel, danzando sobre los pequeños remolinos que formaba el río en el meandro. No estaba muy esperanzado, pues había ido a pescar más por vicio que por no pasar el plato de la tarde con el arroz vacío. Todo estaba tan mal, tan deteriorado, que los grandes peces eran cosa del pasado. Si acaso cogía algo, serían unas cuantas cheritas; las últimas lágrimas de vida de la corriente.
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