La gestión del patrimonio: entre la horizontalidad y la verticalidad. Un caso de estudio en la provincia de Buenos Aires, Argentina1
Heritage management: between horizontality and verticality. A case study in the Buenos Aires province, Argentina
La gestión del patrimonio: entre la horizontalidad y la verticalidad. Un caso de estudio en la provincia de Buenos Aires, Argentina1
Revista Jangwa Pana, vol. 19, núm. 3, pp. 493-512, 2020
Universidad del Magdalena
Recepción: 18 Mayo 2020
Aprobación: 16 Octubre 2020
Resumen:
El objetivo de este artículo es analizar los diferentes mecanismos de gestión empleados en los actuales procesos de activación patrimonial en la localidad de Benito Juárez, provincia de Buenos Aires, Argentina. Para la selección de instituciones estatales y no estatales optamos por utilizar una metodología cualitativa y, de la misma forma, buscamos grupos comunitarios colectivos que realizaran la gestión del patrimonio. Se realizó un abordaje etnográfico, basado en la observación participante y entrevistas en profundidad. Esto nos permitió construir un mapa de sentidos, que se teje dentro de la comunidad a través de procesos participativos de activación del patrimonio. Como resultado, observamos dos formas diferentes, pero complementarias, de concebir la participación ciudadana en el marco de la gestión del patrimonio cultural local. Pudimos identificar similitudes y diferencias entre los valores construidos en torno al patrimonio mismo, así como un énfasis reiterado en la importancia de vincular el patrimonio local, la identidad y los bienes materiales desde la fundación del pueblo. No obstante, se destaca en los grupos comunitarios una tendencia hacia nuevas lógicas en la construcción de significados patrimoniales, diferentes a las propuestas por las organizaciones formales.
Palabra clave: gestión; patrimonio; comunidad; participación.
Abstract: The aim of this article is to analyze the different management mechanisms employed in the current processes of heritage activation at the town of Benito Juárez, Buenos Aires province, Argentina. A qualitative methodology was used to map the institutional field of cultural heritage and select three state and two non-state institutions, as well as two collective groups in the community that carry out heritage management. With an ethnographic approach, based on participant observation and seven in-depth interviews, the main result was to rebuild the network of meanings that is woven within this particular community through participatory processes of heritage activation. As a result, we observed two different but complementary ways of conceiving citizen participation within the framework of local cultural heritage management. We were able to identify similarities and differences between the values built around heritage itself, as well as a reiterated emphasis on the importance of linking the local heritage, the identity and the material assets ever since the foundation of the town. Nonetheless, a tendency stands out in community groups towards new logics in constructing heritage meanings, that are different from those proposed by formal organizations.
Keywords: management, heritage, community, participation.
Introducción
Este artículo se inscribe en una investigación más amplia que tiene como uno de sus objetivos principales conocer las percepciones de diferentes grupos de interés acerca del patrimonio cultural en el partido de Benito Juárez (provincia de Buenos Aires, Argentina)5, a fin de contribuir a un desarrollo participativo de estrategias para su comunicación pública. La particularidad de este caso radica en que desde hace al menos cinco años se están llevando a cabo, a nivel comunitario, procesos participativos de activación patrimonial que generan nuevas actitudes y prácticas en torno de la valoración, protección y uso de los diversos bienes culturales (Conforti, 2019; Conforti y Mariano, 2020).
En este marco, el objetivo de este artículo es identificar, en un conjunto de actores e instituciones determinados, los sentidos de patrimonio cultural que se inscriben dentro del contexto actual de Benito Juárez. Relevar dichos sentidos permitirá comprender cómo operan en la delimitación de las políticas públicas en general y, en especial, en aquellas vinculadas al patrimonio cultural. Por ello, se decidió realizar una selección de instituciones estatales y no estatales, así como de grupos colectivos de la comunidad que, en la actualidad, se encuentran inmersos en procesos de gestión patrimonial; a saber: la municipalidad y sus direcciones de gobierno (Turismo y Cultura), sus subdirecciones (“Patrimonio Cultural y Archivo” y “Museos”); la Asociación Popular de Cultura y Biblioteca Bernal Torres, el Centro Cultural y Folklórico El Sombrerito, el Colectivo de Inmigrantes de Benito Juárez y el Grupo Comunitario SOPA.
Si bien este recorte es arbitrario porque el mapa de agentes lo excede, se realizó en función de la sistematización y el ordenamiento de los datos obtenidos durante el trabajo de campo que se llevó a cabo en los meses de agosto y septiembre de 2019, y de su relación con la información relevada años anteriores (Conforti, Giacommaso y Palavecino, 2018; Conforti, 2019; Conforti y Mariano, 2020). En este sentido, y partiendo de los conocimientos previamente construidos, se decidió volver al campo con nuevas preguntas y se puso especial interés en ampliar el mapa de agentes, en discutir y analizar las tramas de relaciones que se construyen en torno a la gestión del patrimonio en Benito Juárez, así como en comprender su dinámica interna.
En concordancia con el objetivo propuesto, se plantea una metodología cualitativa a través de un enfoque etnográfico con el fin de aprehender las estructuras conceptuales con las que las personas actúan, hacen inteligible su conducta y elaboran representaciones coherentes de lo que piensan —y dicen— los grupos sociales (Guber, 2011). Dentro de las técnicas más distintivas, se utilizaron entrevistas y observaciones participantes.
El caso de Benito Juárez, antecedentes de estudio
El partido de Benito Juárez (provincia de Buenos Aires), localizado en el sudeste de la región pampeana Argentina, es una extensa llanura ubicada hacia el este del Cono Sudamericano (Figura 1). Las localidades que componen su territorio son la ciudad cabecera homónima, los poblados de Villa Cacique, Barker, Estación López y Tedín Uriburu, y cuatro parajes rurales: el Luchador, Coronel Rodolfo Bunge, Mariano Roldán y Estación Ricardo Gaviña. La principal actividad del partido de Benito Juárez es la agrícola-ganadera, su superficie es 8 904 km², se lo considera un partido de rango medio y su población asciende a los 20 300 habitantes (Censo Nacional de la Población 2010). Su dinámica social oscila entre lo urbano y lo rural.
Sobre el contexto político, Benito Juárez constituye un ejemplo de continuidad administrativa. Actualmente, es gobernada por el partido justicialista a través de su intendente, el Sr. Julio César Marini, quien se ha desempeñado por cuatro períodos en los últimos 20 años (de 1999 a 2007 y del 2011 al presente). Esta situación nos permite comprender y contextualizar las políticas públicas implementadas en materia de patrimonio cultural a nivel local y su impacto en las instituciones y los grupos seleccionados para este estudio.
Esta zona corresponde al área de influencia del Instituto de Investigaciones Arqueológicas y Paleontológicas del Cuaternario Pamepano (INCUAPA, CONICET), organismo que nuclea a las autoras. En los últimos años, Benito Juárez ha sido objeto de estudios sistemáticos que han dado como resultado un cúmulo de información de diferentes etapas de la historia, que abarca desde las primeras ocupaciones humanas hasta los procesos actuales de activación patrimonial, a nivel local y regional.
Los hallazgos arqueológicos demuestran que las primeras visitas humanas pudieron haberse producido hace unos 6 500 años (Menghín y Bórmida, 1950; Orquera, Piana y Sala, 1980). También, en las cercanías de Barker se registran canteras indígenas de materia prima para confeccionar instrumentos de, al menos, 4 500 años de antigüedad (Flegenheimer, Zárate y Valente, 1999; Colombo 2013). Fuera de la zona serrana, en las márgenes de la laguna la Barrancosa, al norte del partido (Messineo, 2013), se han registrado evidencias de ocupaciones indígenas prehispánicas de unos 1 700 años de antigüedad.
En el periodo posconquista de Benito Juárez se ubican los fortines Otamendi (Gómez Romero, 2013) y Once de Septiembre (Bagaloni, 2015), ambos del período 1858-1869. Por su parte, el estudio de los corrales de piedra en la zona serrana se centra en el avance de la frontera del Estado nación sobre los territorios originarios, los modos de vida en distintos tipos de asentamientos fronterizos y las relaciones que se establecieron entre los diversos actores de esta compleja historia (indígenas, estancieros, gauchos, militares, comerciantes y misioneros) (Ramos y Bognanni, 2013, Pedrotta y Lanteri, 2015). No obstante, cabe destacar la escasez de estas evidencias en el relato formal; por ejemplo, recientemente la municipalidad ha estrenado un documental titulado Historia del Partido de Benito Juárez (vol. I): Los primeros pobladores de nuestro territorio6, basado en la evidencia científica que provee la arqueología de la zona. No obstante, cabe mencionar que la ausencia de este tipo de relatos en los museos locales es evidente. El Museo Histórico Municipal no cuenta, en su exhibición, con elementos que construyan un relato arqueológico local. Por su parte, el Museo Germán Guglielmetti, perteneciente al Centro Cultural y Folklórico El Sombrerito (actualmente cerrado al público por razones de infraestructura), resguarda unas pocas piezas arqueológicas donadas por los vecinos a lo largo del tiempo, que fueron exhibidas en su momento, pero cuyo origen se desconoce y, por ende, carecen de valor contextual.
Finalmente, con una mirada en los procesos actuales de patrimonialización, desde hace unos años se realizan investigaciones vinculadas a la alta participación social y comunitaria en eventos vinculados con la historia reciente y con el patrimonio a nivel identitario (Irouléguy, 2017; Conforti, 2019; Conforti y Mariano, 2020). Asimismo, también se han realizado estudios respecto a los procesos de activación de repertorios patrimoniales en el medio rural, atendiendo a los usos que se le dan a los mismos en el marco de las políticas públicas de patrimonio y turismo (Palavecino, 2015).
Por todo lo expuesto, nuestro interés radica en profundizar el análisis de los diferentes mecanismos de gestión puestos en juego en los procesos actuales de patrimonialización, tanto formales como informales, así como en comprender la manera en que los bienes culturales —pasados y presentes— son concebidos por sus representantes.
Materiales y métodos
Perspectiva Teórica
El concepto de “patrimonio” ha ido adquiriendo un uso corriente como consecuencia de su apropiación por diferentes grupos de interés. Por ello, además de ser una categoría teórica utilizada en el marco de espacios académicos, o por “expertos” en organizaciones gubernamentales, ha empezado a resignificarse desde los sentidos locales, configurándose así en un concepto nativo en determinadas comunidades. En este sentido, en este apartado se decidió no hacer alusión a las discusiones teóricas que se llevan a cabo en el marco de las perspectivas antropológicas y comunicacionales en torno al patrimonio, sino comprenderlo y desarrollarlo (en el apartado siguiente) desde la perspectiva de los propios actores de Benito Juárez. Esta decisión teórico-metodológica se inscribe en un contexto de uso y apropiación poco común —de legitimación y activación— desde la participación social horizontal sobre los bienes patrimoniales (Conforti, 2019; Conforti y Mariano, 2020).
No obstante, cabe señalar que para comprender de manera integral los procesos dinámicos de patrimonialización juarenses resultó necesario identificar a priori quién o quiénes son los que activan y promueven su gestión. Relevar estas cuestiones permitió analizar, en los términos de Prats (2000), los sentidos y valores que subyacen y que se corresponden con determinados intereses y hegemonías locales susceptibles de repercutir en tensiones y conflictos sociales. Es decir, esto permite comprender que no se trata solo de repertorios culturales, sino de cómo estos participan en procesos identitarios, discursos y políticas, promoviendo adhesiones.
Frecuentemente, las activaciones de los repertorios patrimoniales suelen ser llevadas adelante por personas con poderes públicos formales (el Ejecutivo u otras organizaciones que cuentan con su apoyo). No obstante, también se encuentran ejemplos de activaciones realizadas por contrapoderes o grupos/colectivos alternativos con la correspondiente legitimidad social, como, por ejemplo, algunas de las que serán abordadas en este trabajo.
Suele ocurrir que muchos de los bienes activados por las instituciones estatales pasan a formar parte del repertorio del turismo cultural, generando un rédito económico directo o indirecto a las administraciones locales, a veces a gran escala, pero también en muchas oportunidades para fomentar un uso de ocio ciudadano en el tiempo libre. Este tipo de actividades también requieren de la construcción de un relato que conlleve un mensaje simbólico vinculado principalmente a la identidad local, regional o nacional, según la escala de la que se trate.
Si bien el patrimonio puede pensarse como “instrumento político” que se constituye en la esfera del espacio de lo público, no debe ser concebido como recurso propio del Estado, sino como “un recurso de y para las comunidades y sujetos que detentan saberes, prácticas y que desarrollan las expresiones culturales que se incorporan en el mismo” (Lacarrieu, 2008, p. 17). Los grupos que participan en la gestión del patrimonio lo hacen desde “acciones de denuncia, reivindicación [...], en los que se activan procesos de autogestión, aprendizaje colectivo, empoderamiento, en definitiva, en los que hay una fuerte implicación ciudadana” (Morón y Sánchez Carretero, 2017, p. 58).
Cuando el campo de la gestión toma cuerpo en el terreno de lo local —es decir, en el lugar en el que acontecen las manifestaciones culturales declaradas o activadas como patrimonio— es cuando opera la lógica de la participación social como herramienta necesaria de gestión para que la puesta en valor del patrimonio y su sustentabilidad se puedan garantizar (Lacarrieu, 2008).
Para organizar el estudio aquí propuesto optamos por definir tres dimensiones de gestión como ámbitos de abordaje. Para ello, decidimos recuperar los niveles del sistema social y del análisis institucional planteados por Lapassade (1999): “instituciones”, “organizaciones” y “grupos”. El “grupo” es definido como el nivel de la base y de la vida diaria, espacio donde se organiza la producción. Lo que ocurre en los grupos tiene estrecha relación con el conjunto del tejido institucional de nuestra sociedad. La “organización” es considerada como el grupo de grupos que se rige por nuevas formas. Realiza la mediación entre la base (sociedad civil) y el Estado. La “institución” se define como todo aquello que está establecido; es decir, “instituido”. Está representada por el Estado. Las instituciones atraviesan a las organizaciones y grupos, materializando el orden social en un tiempo y espacio determinados, imponiendo límites y condicionando la capacidad de darse sus propias normas, relativizando su autonomía.
Existe una relación de interdependencia entre estos tres conceptos y la transformación del orden social se da en la dialéctica entre lo instituido y lo instituyente (Lapassade, 1999). El análisis institucional busca poner de manifiesto esta dinámica entre los grupos, las organizaciones y las instituciones. La efervescencia de lo instituyente en la sociedad establece nuevas formas de vida social e inventa, de manera colectiva, nuevos métodos de regulación susceptibles de visibilizar, en nuestro caso, la gestión del patrimonio cultural local.
Metodología
El abordaje metodológico planteado propone realizar un mapeo del campo del patrimonio cultural en Benito Juárez. Para ello se buscó identificar la red de relaciones entre los diversos actores e instituciones implicados en dicho campo; a saber: las organizaciones estatales y aquellas que se organizan independientemente de la institucionalidad municipal. El enfoque planteado permitió comenzar a reconstruir los diversos sentidos locales que se inscriben en el escenario juarense, pero no sin antes advertir que los mismos se insertan en un marco dinámico; es decir, dentro de un proceso social amplio que involucra una multiplicidad de temporalidades, dimensiones y actores sociales que participaron en su definición.
Lo anterior implicó desafíos a la hora del relevamiento de campo. En primer lugar, por la diversidad de actores sociales. Definir cómo nombrarlos, cómo caracterizarlos en sus diferencias, fue una decisión metodológica. En segundo lugar, porque, como se mencionó, el concepto de “patrimonio cultural” se ha convertido en una categoría nativa. Esto llevó a problematizar y reflexionar en torno a nuestro modo de utilizarlo en tanto concepto analítico. En tercer lugar, y vinculado con los dos primeros, resultó necesario formular preguntas abiertas para diferentes grupos, pero con un eje común que nos permitiera luego llevar a cabo y comprender la dinámica de esa red de relaciones y sentidos. En este marco, se seleccionaron un conjunto de instituciones, organizaciones y grupos considerados centrales para el tema propuesto. Para abordar las versiones “oficiales” se entrevistó a los funcionarios de las direcciones municipales de Turismo y de Cultura (incluyendo sus dos subdirecciones de Patrimonio Cultural y Archivo y de Museos). Para relevar y poner en relación otras perspectivas que dialoguen con la oficial, se identificaron dos instituciones intermedias: la Asociación Popular de Cultura —y Biblioteca Bernal Torres—, y el Centro Cultural y Folklórico El Sombrerito. Estas son definidas como “intermedias” por su dependencia económica con la municipalidad, pero, además, por su autonomía en relación con la producción de actividades culturales. Finalmente, se entrevistó a representantes de dos agrupaciones que, de manera independiente, tienen un rol activo con incidencia en la comunidad local: el Colectivo de Inmigrantes y el Grupo Comunitario SOPA Benito Juárez.
Así, se estructuraron 8 diferentes entrevistas con un número promedio de 14 preguntas. Cabe aclarar que la realización de cada una de ellas constituye en sí mismo un escenario que habilitó la observación participante y la interacción y reciprocidad de sentidos entre quienes investigamos y los actores sociales. En su diseño global, las entrevistas abordan temas amplios y generales, en concordancia con el objetivo macro del proyecto de investigación. No obstante, para este artículo en particular se hizo una selección de las mismas y se eligió trabajar con aquellas preguntas que fueron prácticamente iguales para la totalidad de los actores y que se pudieran organizar en los siguientes ejes: a) caracterización del área, grupo o institución que representa (en este punto se incluyen los objetivos, la organización interna y las particularidades); b) la importancia del patrimonio cultural en general; c) el patrimonio de Benito Juárez y su gestión local, y d) patrimonio y comunidad juarense.
Declaración de aspectos éticos
En el desarrollo de este estudio se respetaron las normas argentinas establecidas en los Principios Éticos para las Ciencias Sociales y Humanidades del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) (Res. 2857/2006). Por ello, se contó con el consentimiento firmado por los entrevistados —informado previamente— para usar los datos relevados en la construcción de conocimiento nuevo. No obstante, para preservar la identidad de los entrevistados se utilizará sólo sus nombres.
Resultados
La gestión oficial/municipal
En este contexto, resultó interesante identificar, primero, y analizar, después, cómo aparecen los sentidos y discursividades oficiales en torno al patrimonio cultural. Si bien el recorte no representa la totalidad de las visiones, permite no solo comenzar a caracterizar la mirada municipal, sino además comprender y problematizar las maneras en las que dichos discursos circulan y actúan como dispositivos de reproducción de imágenes y representaciones patrimoniales. En ese sentido, se entrevistó a quienes trabajan en la Dirección de Cultura y sus subdirecciones para reconstruir los diferentes espacios desde sus perspectivas.
El entrevistado a cargo de Cultura es un joven de unos 35 años, con antecedentes de trabajo en el área previos a su gestión como director. En el marco de una respuesta que tiene como fin ordenar la organización de su área, explicita que de su dirección dependen dos subdirecciones (la de Patrimonio y la de Museos), pero que trabaja también en cooperación con la de Turismo. En sus palabras: “el campo de la gestión cultural tiene que ver con las costumbres, las ideas, las sensaciones y los gustos de una comunidad”; por eso, es un área donde “se trabaja mucho” (idea que repite varias veces). Expresa que atienden “demandas de actividades por parte de privados y de personas con inquietudes diferentes”. En ese marco, afirma que el folklore aparece como un ejemplo concreto y que, como consecuencia de dicho interés, en el año (2019) ya se gestionaron al menos 10 fechas de peñas folklóricas con una concurrencia de “mucho público presente”; es más, expresa: “sorprende la convocatoria que tiene”. Por ello, afirma: “vamos trabajando el día a día con la comunidad”. No obstante, expresa que no solo trabajan “a demanda”, sino que tienen un conjunto de actividades “emblemáticas” propias como talleres de cerámica, tejido y costura, que se articulan y gestionan en cooperación con otras instituciones del partido como “El Sombrerito. En el marco de sus políticas públicas destaca la elaboración —hace dos años— de “un documental sobre la historia, la creación y el trazado de Benito Juárez” y celebra que sus contenidos hayan llegado a las escuelas porque es “información que no aparece en los manuales”. Es decir, comienza a expresar como una dimensión central de sus políticas aquellas que tienen que ver con la reconstrucción histórica del partido. Si bien el documental se reviste en sus términos como algo “importante para la ciudad”, comienza a quedar subsumido a un evento de características aún mayores, que es la puesta en valor de la estancia histórica del fundador de Benito Juárez Don Mariano Roldán: Estancia Sol Argentino. Esto comienza a ser un elemento recurrente en todas las entrevistas (como se verá de aquí en adelante) por su valor y reconocimiento como monumento histórico nacional (arquitectura del siglo XIX). De hecho, la inauguración (de la puesta en valor) de este lugar será construido discursiva —y políticamente— en el imaginario social juarense como una “jornada histórica” (Roberto, comunicación personal, 10 de agosto de 2019).
Ante las preguntas directas vinculadas con la gestión del patrimonio cultural, este entrevistado afirmó tener “la suerte de contar con profesionales que tienen y trabajan con ideas brillantes”. Es más, afirma que “puedo no enterarme de lo que pasó, pero sé que van por el camino correcto”. En este punto hace referencia tanto al encargado de la Subdirección de Patrimonio como al de Museo. Afirma que ambos ponen en marcha proyectos que “motivan”. Pone el ejemplo de uno en particular que tiene que ver con la construcción de un archivo fotográfico —en la red social Facebook— y otro que busca la “donación de imágenes, fotografías y elementos” que luego sirvan de insumo para la creación de un museo municipal. Inmediatamente, vuelve sobre el primer proyecto (el del archivo fotográfico) y hace referencia a la participación de actores que no solo suben fotos, sino que se reconocen, se emocionan o encuentran familiares a través de los cuales se sienten representados. Él lo ve como “un termómetro para medir emociones” y destaca, en ese sentido, por qué es importante que las personas las busquen, “las saquen de las cajas y venga[n] a compartirlas” (Roberto, comunicación personal, 10 de agosto de 2019). Si bien reconoce como un desafío del día a día que la comunidad se involucre, encuentra en esta idea un mecanismo eficaz de participación y colaboración mutua.
En términos generales, la cultura y el patrimonio comienzan a configurarse entonces con elementos que refieren a la historia local. El documental, el archivo fotográfico, la Estancia El Sol Argentino y la creación de un museo municipal tienden a privilegiar un valor histórico particular de Benito Juárez. Exploratoriamente, puede notarse un interés por promover en la memoria colectiva y en la identidad de los locales un arraigo con el pasado reciente, reforzado por mecanismos y políticas que tienden, por un lado, a la reivindicación de “próceres fundadores” y, por otro, a proyectos “participativos”, como podría ser “la donación” de fotografías y “bienes materiales” que se constituyan en testimonio de ese pasado.
Cuando fuimos por la perspectiva de quienes conforman las subdirecciones (Patrimonio y Museo), encontramos en su definición un conjunto de tensiones y conflictos que se dirimieron y presentaron en una arena pública. Es decir, a sabiendas de que estaban siendo grabados y con el consentimiento firmado, estos actores comenzaron a caracterizar su campo de aplicación a partir de sus divergencias. De hecho, esas diferencias/conflictos terminaron por reestructurar el organigrama inicial en el que había una sola subdirección de Patrimonio Cultural y Natural y que luego se subdividió en dos, dejando la gestión del patrimonio cultural y el archivo separados de quien gestiona políticas vinculadas con museos.
En este sentido, se entrevistó de manera grupal a dos jóvenes que son los responsables de la Subdirección de Patrimonio. Leandro afirma que “hay una gran diferencia entre lo que es el paradigma o como entendemos nosotros la gestión, la conservación y el fin del patrimonio social de la forma que tiene de trabajar quien gestiona el museo”. Lo que ellos le cuestionan es una supuesta perspectiva que reduce el patrimonio con lo que aparece —o debería aparecer— en un museo y, por ende, una visión muy verticalista. Ramiro comenta: “nosotros trabajamos al revés. Más como la dinámica que propuso el SOPA, nosotros tenemos que traccionar y motivar”. Inmediatamente después ponen como ejemplo la estación del tren: “para nosotros es patrimonio, lo motivamos, si la gente lo valora así o no después se verá, pero no imponemos” (Ramiro y Leandro, comunicación personal 12 de agosto de 2019).
La dinámica del SOPA a la que remiten, como se verá más adelante, se caracteriza por una participación de tipo horizontal y comunitaria inédita. No obstante, si bien apelan discursivamente a una política de no imposición, tampoco se evidencia la misma lógica de trabajo que en el SOPA. Es decir, no imponen, pero las propuestas siguen siendo direccionales: construidas desde un lugar determinado y no en el marco de la participación con la comunidad. Podría vincularse esta propuesta con lo que Morón y Sánchez Carretero (2017) denominan “modelos no participativos”; es decir, una participación cosmética, “solo nominal o creando falsas apariencias de participación: informamos, divulgamos o consultamos, pero sin que los colectivos o grupos tengan derechos reconocidos de modificar ni los valores ni la forma de gestión del patrimonio” (Morón y Sánchez Carretero, 2017, p. 58).
Cuando Leandro y Ramiro reconstruyen la división del área, Ramiro manifiesta que “lo primero que hicimos es sacarle la denominación natural y cultural”, argumentando que consideran que lo natural está dentro de lo cultural, y continúa: “y le añadimos el archivo”. Acto seguido, Leandro afirma que al entrar en el escalafón de subdirección se convirtieron en una unidad ejecutora: “no contamos con un presupuesto específico, pero sí con la toma de decisiones de determinados recursos. No tengo que pedir permiso” (Ramiro y Leandro, comunicación personal 12 de agosto de 2019).
Ramiro insiste en su diferenciación con la otra subsecretaría, alegando a pares de opuestos. Ambos representantes del Área se autoadscriben como “abiertos”, en detrimento de “un museo que está siempre cerrado”, Leandro pregunta: “¿vos te das cuenta [de] lo radicalmente diferente que son nuestros criterios? Vos para entrar a esa sala tenés que pedir permiso con una semana de anticipación; en cambio, acá está todo abierto siempre” (Ramiro y Leandro, comunicación personal 12 de agosto de 2019).
Frente a la pregunta que refiere a la importancia del patrimonio en Benito Juárez, aluden directamente al sentido de pertenencia a un lugar. Ramiro Expresa que “más allá de las definiciones, del valor, de la historia, se trata de cómo eso nos define”, y agrega: “para mí es el cariño y el afecto que podés sentir por un lugar que hoy sentís tuyo. Muchas situaciones hoy persisten, nos definen, nos conmueven, nos identifican” (Ramiro, comunicación personal 12 de agosto de 2019).
Ante una de las preguntas que tiene que ver con el modo en el que la comunidad los interpela, se produce un corto silencio: “…Y no sé si nos interpela, nosotros tratamos de interpelar. La gente responde”. Aquí aparecen nuevamente indicadores que responden a una lógica que, si bien promueve la participación, lo hace direccionalmente. Lo primero que pone en el escenario es, nuevamente, el archivo fotográfico; él mismo propone desde su génesis la participación a través de la “donación” o “préstamo” de sus fotografías para la digitalización y posterior incorporación al archivo. De hecho, vincula esto con la idea de que “hay interés sobre la historia [corto silencio de nuevo], pero se podría hacer más para llegar más a la comunidad” (Leandro, comunicación personal 12 de agosto de 2019)
Cuando se entrevista al responsable de la Subdirección Municipal de Museos —que funcionaría como un antagonismo para la subsecretaría anterior—, se sigue reconstruyendo la historia del organigrama actual. Se trata de Santiago, un museólogo de unos 45 años que ubica la creación de este espacio en el año 2018; este funciona en el edificio de la Dirección de Cultura y fue allí donde se llevó a cabo la entrevista.
En palabras del funcionario: “como objetivo del área se plantea recuperar bienes culturales [muebles, objetos tangibles] para reconstruir la historia de Benito Juárez, por lo que también cumple la función de preservarlos y restaurarlos”. En este sentido, expresa que trabaja también a través de los programas “El museo va a la escuela” y “Recuperación de fondos museológicos de piezas” (Santiago, comunicación personal 13 de agosto de 2019).
Actualmente, está centrado en la colección que ha dado sentido al Museo Municipal Mariano Roldán (en adelante MMMR). Se trata de un área que él coordina y que funciona en el mismo edificio que la subsecretaría. Frente a la pregunta por la existencia de restos y/o bienes arqueológicos, reconoce poseer algunos, pero en un depósito (boleadoras y proyectiles, restos fósiles, entre otros) “ya que el área no cuenta con una exhibición que aborde el pasado prehistórico” y reconstruya ese relato local. Como se explicitó en la introducción, el interés por el patrimonio arqueológico es central en el proyecto macro en el cual se inscribe esta investigación; por ello, y a sabiendas de que se han realizado investigaciones arqueológicas, este dato no resultó menor. De hecho, y en concordancia (al fin) con los demás discursos, el valor histórico se esgrime por sobre otros posibles.
En relación a los puntos críticos que manifiesta tener en el área que gestiona, menciona, en primer lugar, el espacio (el mismo que en los relatos del entrevistado anterior está siempre cerrado): una pequeña sala donde funciona MMMR. El MMMR fue diseñado por él, pero el espacio reducido no le permite exhibir todas las piezas que posee, por lo que las debe rotar: “no es un museo como yo quiero [expresa]. Tampoco cuento con personal fijo. Cuando realizo alguna actividad quien me ayuda es la directora de Turismo” (Santiago, comunicación personal 13 de agosto de 2019).
El museo, efectivamente, está cerrado; solo él lo abre y con él se gestionan las visitas guiadas con las escuelas. No obstante, señala que desde 2013 tiene aprobado, por ordenanza municipal, la instalación del museo en un edificio céntrico. La obra está detenida y su finalización —y el posterior traspaso del museo— le permitiría —en sus palabras— “trabajar con los investigadores de manera interdisciplinaria, salir de lo tradicional, trabajar desde lo social, integrar a los diferentes actores”. Así también, destaca que “en todos los lugares hay un museo; el museo es el ADN de una comunidad” (Santiago, comunicación personal 13 de agosto de 2019).
Si bien también se diferencia, reconoce y hace explícitos los conflictos con la Subsecretaría de Patrimonio y Archivo, expresa algunas cuestiones similares en relación con la participación y el acompañamiento de la comunidad: “los medios acompañan las actividades que organizo dentro y fuera del museo, pero falta un hábito en la gente de acompañar, de participar, siempre son los mismos” (Santiago, comunicación personal 13 de agosto de 2019). Otro punto en común es la gestión centrada en lo histórico, principalmente en la reconstrucción y puesta en valor de la fundación de la localidad.
Dentro del organigrama municipal se encuentra la Dirección de Turismo, área que tiene el mismo rango que Cultura. Allí trabaja Lidia, una mujer próxima a jubilarse que tiene como formación de base la docencia y que hizo, posteriormente, una tecnicatura en Turismo.
En su relato aparece, en primer lugar, una reivindicación político-partidaria que pone sobre el escenario una “gratificación por poder trabajar con el intendente actual por su gran vocación para con el patrimonio”. El puente que ella construye para unir su interés por el patrimonio en general y por trabajar con un gobierno particular es El Sol Argentino. En este sentido, expresa: “un día me lo encontré [al intendente] en la calle y le dije que sabía que se había cedido ese lugar [El Sol Argentino] al municipio”. Recuerda haberle dicho que siempre tuvo una admiración especial por ese lugar y que: “todos mis trabajos de la tecnicatura, mis trabajos de patrimonio, estaban vinculados con El Sol. Yo me enamoré de ese lugar. Entonces le dije: si algún día necesitas alguien a cargo, a mí me gustaría” (Lidia, comunicación personal 10 de agosto de 2019).
Inicialmente, ella es convocada para entrar como representante del poder legislativo local (concejal) y, luego, finaliza estando a cargo de la dirección de Turismo. Expresó que el proyecto de puesta en valor y restauración de El Sol fue su motivación; sin embargo, este llevó mucho tiempo hasta concretarse (más del que ella desea quedarse). No obstante, con la decisión de jubilarse en mano, el proyecto se concreta. En septiembre de 2019 “se pone al servicio de Turismo”; entonces, decide quedarse unos años más.
Ante la pregunta de las implicancias de su área, expresa que no hay grandes “elementos faros” para el turismo, “pero con lo que hay, nosotros lo movemos”. Menciona la Fiesta de la Frambuesa, que se lleva a cabo en la localidad de Barker: “para nosotros es muy importante mantenerla y sostenerla porque es la puerta por la cual la gente llega a conocernos”. No obstante, vuelve a señalar la estancia fundacional: “hay que tratar que la gente vuelva porque, en definitiva, el Sol Argentino es la estancia fundacional”; aunque reconoce que “está lejos […], hay que tratar que la comunidad empiece a incorporarla con todo su valor. Estamos planificando muchas actividades en ese sentido. Se va a formar una comisión” (Lidia, comunicación personal 10 de agosto de 2019).
Toda su narrativa gira en torno a los valores históricos de El Sol. No obstante, señala los desafíos que la distancia —en términos de kilómetros que separan la estancia de la ciudad— puede generar para la apropiación de la comunidad local. También menciona la falta de luz eléctrica, la imposibilidad de poner una alarma, entre otros. Esta situación no declina el interés municipal por invertir en su puesta en valor y reinauguración.
Cuando se realiza la pregunta vinculada a patrimonios locales, alude al trabajo en conjunto con el responsable del área de Museo. El camino de los inmigrantes es un proyecto que surgió de esta gestión conjunta y que implicó “ir marcando las casas, antiguas e importantes, de los primeros migrantes” y también “todos aquellos espacios que tiene que ver con la batalla de San Antonio de Iraola”.
Finalmente, reitera que para reivindicar el patrimonio se necesita de una intencionalidad y voluntad política. En ese marco, considera que para que los juarenses conozcan lugares que no conocían es fundamental la señalización a través de cartelería: “indicadora en todo el partido. Para mí es lo más valioso: señalizar el camino hasta la estancia El Sol Argentino, el primer almacén, la primera escuela”.
Las instituciones intermedias
Finalmente, entrevistamos a Lucía, una integrante de la Asociación Popular de Cultura y Biblioteca Popular Juan José Bernal Torres, una institución tradicional de Benito Juárez con 73 años de existencia (1946). Su objetivo es “apoyar la cultura juarense, principalmente la literatura de los autores locales”. En la década de 1990 se traslada a la ex sede del Banco Provincia: esta es administrada por una comisión, poseen socios que aportan una cuota mínima; por ello, para su mantenimiento reciben subsidios municipales que les ayudan a solventar diferentes tipos de gastos. Sus actividades no se reducen al canje de libros; por el contrario, poseen la dinámica de un centro cultural, y afirma: “organizamos exposiciones pictóricas, fotográficas, talleres artísticos, concursos y conciertos […], nos manejamos a demanda de la comunidad y somos flexibles en la programación de eventos” (Lucía, comunicación personal, 11 de agosto de 2019).
Cuando se le consulta respecto al patrimonio cultural y al pasado local, ella se muestra orgullosa de ser una institución “central en el resguardo patrimonial de bienes culturales que representan el pasado de Benito Juárez” ya que, por ejemplo, poseen “un archivo documental periodístico de prensa que ya no existe en la ciudad” y una obra artística declarada “bien patrimonial” por el Honorable Consejo Deliberante: se trata de una escultura construida por un artista local a partir de la caja fuerte del banco que funcionó previo a la biblioteca en dicha sede; la obra se llama “La Liberación”. No obstante, reconoce rápidamente la paradoja de que dicho bien esté emplazado en el patio del edificio, lugar que dificulta el acceso para los vecinos, imposibilitando su “deleite y goce público”.
Otro dato interesante a la luz del objetivo de este trabajo es que reconoce no abordar la gestión patrimonial en dichos términos porque lo consideran “un concepto muy actual para una organización de tipo tan tradicional” (Lucía, comunicación personal, 11 de agosto de 2019).
Para ellos, la protección del patrimonio por sí sola “no alcanza; es necesario y central su difusión para garantizar la verdadera salvaguarda”. En tal sentido, remite como hitos patrimoniales de la ciudad a los safaris organizados, como PRE-SOPA en 2014, “porque incluía verdaderamente la participación social horizontal, le[s] daba lugar a las diferentes voces espontáneas de los vecinos sin perder un criterio ordenado y coherente a los objetivos de las actividades”. La institución participó activamente en la organización del safari “Con olor a tinta”, sobre la historia de los periódicos locales.
Actualmente, la institución atraviesa un período de doble transición: “económica”, con problemas emergentes de sostenimiento (por ejemplo, edilicio), situación que hace que “la cultura quede relegada”, y “simbólica”, en la función de “la biblioteca en tanto institución tradicional, producto de una época en la que los libros ya no poseen una impronta central”. El desafío es urgente: “hay que replantearse un nuevo rol que se agiorne a la situación de consumos culturales actuales. Es un momento complejo para una institución de 70 años” (Lucía, comunicación personal, 11 de agosto de 2019).
El Centro Cultural y Folklórico El Sombrerito fue fundado en el año 1961. Juan, uno de los miembros de la comisión actual, es el entrevistado. En sus palabras, se trata de una “institución que trabaja en conjunto con otras personas y organizaciones de Benito Juárez” (Juan, comunicación personal, 13 de agosto de 2019), con las que han realizado diversas actividades “para y con la comunidad”; por ejemplo: el proyecto Cinestesia (2017), realizado en conjunto con el colectivo de inmigrantes, basado en el cine y la cultura de las colectividades existentes en la ciudad, y De Ollas y Fogones (2018), un proyecto que buscó, a través de talleres de cocina, dar a conocer, compartir y poner en valor recetas, sabores y platos significativos de la cultura e identidad de las diferentes colectividades de inmigrantes del partido.
El entrevistado afirma que “uno no puede hacer nada solo [es decir: desde El Sombrerito se establecen vinculaciones y articulaciones con diversas organizaciones locales], las actividades se hacen con la gente y para la gente”; por ello, considera importante la difusión, para que todos puedan participar. Dicha comunicación se realiza por radio, televisión, redes sociales, excepto por el diario (ya que el medio habría dejado de recibir a este grupo. El entrevistado afirma no saber a qué se debe esta decisión). El objetivo es que toda la población se entere de los eventos y participe porque “hasta la persona que piensa que no tiene nada para enseñar, para decir, tiene algo” y destaca este punto como “enriquecedor” (Juan, comunicación personal, 13 de agosto de 2019).
Para estos eventos afirma que se contó con el respaldo del grupo SOPA, El Sombrerito, Colectividades y Asociación Popular de Cultura, pero señala que, si bien la invitación a participar es abierta a todas las instituciones, “la municipalidad no participó. Lo que sucede a veces es que la municipalidad o los directores de Cultura piensan que determinados eventos compiten con su política cultural”; por esta razón, “cuando no les pedís nada no aparecen”, y resalta que “no fueron nunca a ningún cinestesia”. Sin embargo, deja en claro que El Sombrerito “no sería sustentable sin los subsidios municipales… tendría que cerrarse” (Juan, comunicación personal, 13 de agosto de 2019).
Además de comenzar a delinear algunas tensiones en torno a las lógicas de participación y gestión, dichas particularidades permiten comprender el carácter de “intermedios” con el que elegimos definir a estas agrupaciones. Más aún, consideramos que pensarlas de este modo no conlleva a hacer reduccionismos antagónicos entre dos modelos, sino a establecer lecturas dialécticas.
Sobre cómo entienden lo patrimonial en Benito Juárez no se atreve a dar una respuesta en nombre del centro cultural; prefiere hacerlo a título personal, vinculándolo con lo ideológico, con las costumbres. Sostiene que le gustaría tener más recursos (físicos, económicos y humanos) para sostener el patrimonio material de la ciudad, como la biblioteca, el archivo de diarios (hemeroteca), de fotos, cerámicas. Lo interesante es que, si bien al principio de su respuesta aparecen elementos intangibles como “lo ideológico” y “las costumbres”, cuando se realizan preguntas en torno al patrimonio particular de Benito Juárez se nombran elementos tangibles: “biblioteca”, “cerámica” y “fotos”.
Por otra parte, y ante la pregunta “¿qué hay que hacer con el patrimonio local?”, considera que se necesitan políticas públicas, pero que también se puede trabajar desde las instituciones; en este último caso, dice: “está muy bueno que el Estado acompañe, que lo ponga como política pública”. Hace especial énfasis en este último punto y lo caracteriza como sumamente importante para que la población conozca y valore el patrimonio, ya que “para valorarlo lo tenés que conocer” (Juan, comunicación personal, 13 de agosto de 2019).
Los “alternativos”
Finalmente, se introducen en este artículo algunos de los testimonios que permiten comenzar a incorporar los sentidos que se construyen en grupos que proponen otras lógicas de gestión y puesta en valor de los bienes patrimonializables de Benito Juárez. Uno de ellos es el Colectivo de Inmigrantes. Juan O. es su coordinador actual (y entrevistado) tiene como grupo de referencia a la colectividad chilena. Él expresa que el grupo tiene vínculo con la comunidad de Juárez a través de la Asociación Popular de Cultura —biblioteca— y por medio de esta última con el resto de las colectividades.
La totalidad de los grupos de inmigrantes se reúne mensualmente en la biblioteca, a la que consideran como “la institución que nos cobija” (Juan O, comunicación personal, 14 de agosto de 2019). El 4 de septiembre es considerado por ellos como un punto de partida y encuentro, de referencia, ya que anualmente celebran el Día del Inmigrante con tres actos: una muestra en la biblioteca, el evento del 4 y una visita al cementerio.
Sobre las actividades que realizan y la participación de la comunidad en general, él destaca que cada actividad cuenta con diferente “gente que se vincula” y aclara que han realizado eventos con otras instituciones; menciona Cinestesia y De Ollas y Fogones (con El Sombrerito). Sostiene que “hay una buena relación [con el municipio] y explica que “cuando hay actos oficiales, hay convocatoria por parte de la municipalidad; la vinculación es permanente”. Cuando se planteó el Paseo de las Colectividades, el municipio “facilitó las cosas para que sea posible”. Dicha obra aún no se inauguró y lo asocia a que “estamos en un momento de la economía que no es favorable. No lo desechamos, pero no insistimos porque nadie tiene plata como para hacer inversiones” (Juan O, comunicación personal, 14 de agosto de 2019).
Cuando se le pregunta sobre lo cultural, hace referencia a que “eso tiene que ver todo con el trabajo que se ha estado haciendo, especialmente Silvina”. Silvina es un personaje local que se ha convertido en un referente en términos de trabajo cultural comunitario de Benito Juárez por su trabajo en el “PRE SOPA”, en el cual “tuvimos todos una participación. Había información, pero también iban formado a la gente”. Lo considera un trabajo progresivo y positivo.
De acuerdo con las políticas de gestión cultural, cree que hay un sector que trata de hacer un aporte en este sentido. Resalta inmediatamente la participación de gente joven dentro del área de Cultura del municipio, y considera esto último como “un aporte muy positivo para la comunidad”. En cuanto a los hitos que han marcado el patrimonio de Benito Juárez, expresa que hay instituciones que han dejado su marca: El Sombrerito “siempre marcó sus actividades con la presencia de las lunas y las fiestas”; otras actividades que menciona son las que se organizaron en conjunto con el grupo de “los Criollos”: fiestas, desfiles, exposiciones.
Al manifestar qué cosas se deberían hacer con el patrimonio de Juárez, expresa: “tiene que haber personas que tengan interés, que trabajen, que se organicen, que no sean dependiente[s] de lo oficial, porque da la impresión [de] que lo oficial siempre limita”, y agrega que “es cierto que se necesita ayuda y reconocimiento, pero se necesita gente que trabaje en este sentido” (Juan O, comunicación personal, 14 de agosto de 2019). Una vez más surge el nombre de Silvina y destaca el esfuerzo personal y el trabajo que ella hizo al involucrar a una gran cantidad de personas. Define su trabajo como algo muy valioso y motivador para seguir investigando.
Finalmente, se presentan las percepciones y sentidos que se construyen desde la perspectiva de Silvina, quien representa al grupo SOPA. Este grupo surge en el marco del Congreso Internacional sobre Socialización del Patrimonio en el Medio Rural. No obstante, las características de dicho evento difirieron de aquellos de tipo académico tradicional en los que se presentan trabajos de investigación por parte de profesionales. La diferencia radicó en el modo de participación y en quiénes participaron. El Congreso SOPA surge en España, en el 2013, del interés de un grupo de arqueólogos por trabajar temas patrimoniales con comunidades locales. La dinámica de este primer encuentro posibilitó que se presentaran proyectos de distintos puntos geográficos y que algunos de ellos ganaran premios. Docentes de Benito Juárez presentaron una experiencia sobre patrimonio rural y educación denominada “Huellas” (Conforti, 2019). Dicho proyecto recibió el premio mayor que implicaba asumir la responsabilidad de convertirse en próxima sede del evento. Así, en 2015 Benito Juárez, en Argentina, fue la anfitriona y coorganizadora del SOPA. Esto motivó una experiencia participativa nueva para los anfitriones, quienes contuvieron actividades antes, durante y después de su desarrollo, tanto en lo que respecta a organización, como en los contenidos que se trabajaron durante el congreso y con la comunidad (Irouleguy, 2017).
Una de las docentes del proyecto Huellas es Silvina, bibliotecaria y técnica en Gestión Cultural. Participó en la comisión de El Sombrerito, en la Asociación Popular de Cultura, en la de los docentes jubilados y, actualmente, es la referente de todas las actividades vinculadas con el SOPA y el patrimonio cultural local.
Cuando se le pregunta sobre las gestiones que se hicieron localmente, Silvina expresa: “para la organización de este evento pensamos en una gestión comunitaria”. En un primer momento, propusieron hacerlo desde la Dirección Provincial de Secundaria, pero los atravesamientos políticos hacían que la institución no pudiera sumarse hasta que pasaran las elecciones primarias, abiertas, simultáneas y obligatorias del 2015. Silvina señala: “ahí se ve el desfasaje de los tiempos políticos y los tiempos comunitarios”. Ante esto, decidieron tomar otro camino. Presentaron el congreso al Ejecutivo Municipal con los concejales, recibieron su apoyo y convocaron a diversas instituciones de la comunidad. El resultado fue una “reunión masiva” que ella define como “el germen del grupo SOPA”. Allí se planteó la realización del congreso desde una gestión comunitaria; no obstante, señala como dato significativo: “muchas instituciones se preguntaban qué podían aportar a un congreso de tipo académico”. En respuesta a ello, Silvina sostuvo que “si nosotros vamos a hablar de cultura tenemos que hablar con quienes protagonizan la cultura, los que hacemos la cultura somos todos”; por esto, se propuso a cada grupo e institución que diera a conocer y visibilizara lo que sabía hacer. Por ello, hubo una “clínica del asado” a cargo de la Agrupación Criolla y una “clínica de la empanada” a cargo de El Sombrerito y del Centro de Formación Profesional (Silvina, comunicación personal, 11 de agosto de 2019).
La integración de las comunidades y los grupos locales en la selección del patrimonio, en la definición de qué valores contiene y representa, en la decisión de cómo transmitirlo, transformarlo y usarlo supone “una transformación de las jerarquías habituales de la patrimonialización y también dotar de voz y de visibilización, en la “vitrina del patrimonio”, a colectivos minorizados, subalternos, poco visibles” (Morón y Sánchez Carretero, 2017, p. 54)
Además de instituciones, se sumaron una gran diversidad de personas que conformaron “el primer grupo motor” y comenzaron a tejer redes interinstitucionales: “de esta manera, el congreso resultó participativo y se juntaron cuestiones comunitarias muy interesantes” (Silvina, comunicación personal, 11 de agosto de 2019). Con el objetivo de mantener y fortalecer dichas redes, y teniendo al patrimonio como tema común convocante, Silvina implementó la metodología “safaris urbanos”, definidos como itinerarios turísticos locales (es decir, circuitos temáticos, pensados con y para la comunidad de Benito Juárez), que tuvieron una doble finalidad: “permitir involucrar a gran parte de la comunidad […] e iniciar un proceso de recuperación del sentido comunitario del patrimonio. A través de estos safaris urbanos buscamos recuperar la memoria y la historia” (Irouléguy, 2017, en Conforti, 2019, p. 35), redescubrir lugares, personajes, espacios, imágenes y anécdotas que permitieran valorar la historia desde la voz de los protagonistas, en un proceso de recuperación de la memoria colectiva (Irouléguy, 2016). Se realizaron ocho safaris: 1) “Como Dios manda” (cultos y religiones); 2) “Personas —que debieran ser— inolvidables” (personalidades destacadas); 3) “Con olor a tinta” (medios gráficos); 4) “Juárez trágico” (tragedias locales); 5) “De poetas y de locos” (escritores y músicos); 6) “De boliche en boliche” (bares y lugares históricos recreativos); 7) “Todos tus muertos” (cementerio) y 8) “Verde que te quiero verde” (parques y plazas).
Todos los safaris fueron masivos, cada uno organizado por diferentes instituciones y personas que voluntariamente se sumaban. Esta metodología, afirmó Silvina, “generó otro tipo de relación entre los ciudadanos”, una dinámica comunitaria y algunos de estos superaron las 100 personas, incluyendo público de otras localidades, realizándose incluso después del congreso. Silvina afirma: “la gente asocia los safaris con el SOPA, con el trabajo cultural comunitario”. Depositar la legitimidad de la patrimonialización en las comunidades y grupos locales, en términos de Morón y Sánchez Carretero (2017), supone una transformación profunda: es lo que ciertos autores denominan como el “nuevo paradigma participativo del patrimonio” (Silvina, comunicación personal, 11 de agosto de 2019).
Para el congreso, económicamente hubo aportes tanto de “personas físicas” como de las instituciones. El municipio “no llegó a poner el 20 % de lo que costó el congreso” y este se convierte en un dato importante por corresponderse con “una comunidad municipio dependiente”, en los términos de Silvina. De hecho, enfatiza, “el gobierno local no intervino en la gestión del congreso porque comprendió que la organización era netamente comunitaria” (Silvina, comunicación personal, 11 de agosto de 2019).
Cuando se le pregunta acerca del patrimonio en Benito Juárez, menciona las Jornadas para la Conservación del Patrimonio Cultural y Natural, organizadas por la municipalidad (década del 80). En palabras de Silvina, esto generó “que muchas personas relacionen el patrimonio solamente con el patrimonio construido. El SOPA llega para romper con esto, para trabajar con otro tipo de patrimonios, con lo inmaterial”. Menciona que ahora la comunidad de Juárez tiene “una visibilización diferente del patrimonio”. El hecho de hacer cosas en conjunto quedó instalado, las instituciones colaboran entre ellas (Silvina, comunicación personal, 11 de agosto de 2019).
En cuanto a la gestión patrimonial en Juárez, manifiesta que “se ha producido un gran avance en torno a la gestión patrimonial”, al que vincula directamente con la Subdirección de Patrimonio y las personas que allí trabajan: “los chicos tienen una preocupación genuina por el patrimonio. Son muy abiertos a las propuestas que vienen de afuera”. Afirma que las propuestas del grupo SOPA son recibidas con total aceptación en la Dirección de Cultura. Por ejemplo, los safaris (realizados antes de la creación de la Oficina de Patrimonio) fueron bien aceptados, “no ofrecieron ningún tipo de resistencia. Lo mismo sucedió con el ciclo de conferencias, las cuales estuvieron auspiciadas por Cultura”. Sin embargo, Silvina reconoce que desde esta área se preguntaban: “¿Qué aportamos nosotros?”, a lo que ella responde que el aporte se daba con la presencia de los funcionarios, que en algunos casos sucedía y en otros no. Y cree que esto se debe a que “a veces los funcionarios no consideran que la participación sea una presencia activa, la mera participación de observadores o de escuchas. Consideran más la participación como el aporte de objetos, de cosas” (Silvina, comunicación personal, 11 de agosto de 2019).
Sobre el patrimonio en Juárez, sostiene que se debe continuar con el trabajo hecho y con nuevas prácticas “para visibilizar otros patrimonios”. En esta línea, manifiesta que sería ideal que el grupo SOPA se formalice para poder pensar en nuevas técnicas y metodologías. Sobre todo, teniendo en cuenta que “la respuesta de la gente, sobre temas de patrimonio, es positiva, hay un interés por parte de la comunidad”.
En algunos aspectos, difiere de propuestas institucionales o gubernamentales y afirma que “la comunidad no es una masividad” y destaca que “tiene nichos que uno debe atender”; por ello, no se puede pensar en una concurrencia masiva a los eventos. Expresa que se debe trabajar en la “dualidad de lo formal y lo informal, pensando en nichos”.
Discusión y conclusiones
En el presente trabajo se realizó, a través de un abordaje sincrónico, un estudio que pretende dar cuenta del estado de situación actual sobre las diversas representaciones del patrimonio cultural en Benito Juárez. En este marco, se planteó como objetivo reconstruir el mapa de actores sociales que se encuentran involucrados en procesos de gestión patrimonial e identificar los modos de activación, así como los bienes culturales que se seleccionan e inscriben en ellos. Para esto, decidimos trabajar con tres categorías que nos permitieron organizar analíticamente la caracterización de los casos de estudio en “grupos, organizaciones e instituciones” (Lapassade, 1999). Las instituciones del Estado abordadas se corresponden con dos direcciones (Cultura y Turismo) y dos subdirecciones (Patrimonio y Museo); las organizaciones intermedias, con un Centro Cultural y Folklórico y una Asociación Popular de Cultura que incluye una biblioteca pública. Finalmente, se seleccionaron dos grupos de la comunidad con activa participación cultural: el Colectivo de Inmigrantes y el Grupo SOPA.
En el análisis global de las relaciones entre ellos, se destacaron, como resultados más significativos, aquellas cuestiones que aludieron a dos maneras —diferentes, pero complementarias— de concebir la participación ciudadana en el marco de la gestión del patrimonio cultural local. En el caso de las instituciones formales de Benito Juárez, como las estatales, fue posible identificar que responden a una lógica tradicional de gestión verticalista escudada en un discurso de horizontalidad inclusiva. Las organizaciones intermedias, aquellas que fueron presentadas por su autonomía de gestión—pero por su dependencia económica de la municipalidad—, se caracterizan por ser de tipo históricas y tradicionales, aunque ello no las condiciona en la generación de espacios participativos —intermedios— que no terminan de ser verticalistas ni horizontales en su totalidad. Diferente es el caso de los grupos comunitarios que han emergido en la actualidad, manifestando la necesidad de expresión y producción de sentidos locales, marcando una diferencia sustancial con lo formal. Esto último, no solo en la modalidad de gestión, sino que además alcanza una concepción de lo patrimonial en términos inclusivos; es decir, que es construido colectivamente.
En términos de sentidos y valores construidos en torno a los bienes patrimoniales también podemos identificar similitudes y diferencias. Como se pudo observar, las instituciones estatales promueven la puesta en valor de elementos constitutivos de la historia reciente, así como de aquellos materiales que lo sustentan (edificios históricos, fotografías, muebles, entre otros). Fue común encontrar en cada una de las entrevistas un énfasis reiterado en la importancia de vincular el patrimonio y la identidad local a partir de la fundación del partido. Por su parte, si bien las organizaciones intermedias mantienen en sus discursos y acciones la reivindicación del pasado más próximo desde una materialidad, incorporan la perspectiva de los actores a través de una gestión abierta que habilita la visibilización de otras expresiones de tipo inmateriales. Aquí, la tradición, las danzas, la gastronomía, la cultura en su más amplio sentido, comienzan a ganar un espacio en el escenario a través de la resignificación de sus diversos protagonistas (grupos de danza, inmigrantes, artistas locales, músicos, escritores, entre otros). Finalmente, los grupos comunitarios interpelados marcan una tendencia hacia otras lógicas de construcción de sentidos respecto al patrimonio cultural. La realización del congreso SOPA en 2015 generó en la comunidad un momento clave que habilitó la introducción de nuevas metodologías participativas (ahora sí horizontales) que permitieron vincular el patrimonio con lo cotidiano, con las cosas simples, actuales, con los saberes, con la identidad colectiva de todos y no solo de personajes emblemáticos o valorados por los “expertos”.
En suma, Benito Juárez es un escenario total, en el marco del cual funcionan, dialogan y se complementan diferentes formas de gestión patrimonial, que no pueden leerse en términos dicotómicos, sino dialécticos. Hablar de la dialéctica entre lo instituido (el relato histórico fundacional, la gestión verticalista) y lo instituyente (otras dinámicas y lógicas patrimoniales), permite realizar lecturas renovadas que atiendan a la complejidad y no reduzcan el análisis en términos formales e informales.
La continuidad de las investigaciones en el área permitirá, además, construir de manera sistemática conocimiento sobre el fenómeno, incorporando la perspectiva diacrónica que habilite un análisis procesual e histórico sobre las dinámicas de gestión del patrimonio local en Benito Juárez.
Agradecimientos
Se agradece a todos y cada uno de los entrevistados por ceder desinteresadamente su testimonio y colaborar con la logística del trabajo de campo en Benito Juárez. El financiamiento de este trabajo proviene de los subsidios de investigación de la Agencia Nacional de Promoción Científica y Técnica (Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación de Argentina): PICT 0624/2017, dirigido por la Dra. María Eugenia Conforti, y PICT 01535/2018, dirigido por la Dra. Mercedes Mariano.
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Notas
Notas de autor
Información adicional
Cómo citar este artículo: Conforti, M. E., Mariano, M. y Baier, M. (2020). La gestión del patrimonio: entre la horizontalidad y la verticalidad. Un caso de estudio en provincia de Buenos Aires, Argentina. Jangwa Pana, 19 (3), 493 - 512.