Acercamiento a
la histórica migración de mujeres indígenas Mam de Guatemala a las fincas
cafetaleras de Chiapas (México). Análisis de su situación actual[1]
Approach to the historical migration of Mam indigenous women from
Guatemala to the coffee plantations of Chiapas (Mexico). Analysis of their
current situation
Doctora en Estudios Interdisciplinares de Género.
Universidad de La Laguna.
Instituto Universitario de Estudios de las Mujeres.
Tenerife, España.
Correo
electrónico: aranrsantana@gmail.com https://ull.academia.edu/AranTxa
ORICID ID: https://orcid.org/0000-0003-3832-3115
La investigación que aquí se
presenta tiene como objeto realizar una primera aproximación a cómo se
desarrolla en la actualidad la migración de mujeres Mam, originarias de
Guatemala, hacia la región del Soconusco, Chiapas (México), para trabajar en
las fincas de café. Para ello se ha contextualizado su migración en un marco de
movilidad transfronteriza histórica, que desdibuja incluso la propia frontera,
dando lugar a lo que se denomina “migración circular”. Sin embargo, se han ido
dando cambios en las dinámicas migratorias que han concedido a las mujeres
cierta autonomía en su decisión y forma de migrar. Asimismo, el artículo se
acerca a la historia prehispánica del pueblo Mam, que lo sitúa como la
civilización maya más antigua del área. La investigación se ha realizado desde
un triple enfoque: histórico, de género y descolonial: metodología presente en
las conversaciones en profundidad con mujeres mames, así como con
organizaciones sociales e instituciones.
Palabras clave:
Mujeres; Indígenas; Migración; Historia; Trabajo
Abstract
The research aims to present an understanding of current migration of
Mam women from Guatemala, who migrate to the Soconusco region in Chiapas
(Mexico) to work on coffee plantations. Their migration has been contextualized
within a framework of historical cross-border mobility, which even blurs the
border itself, giving rise to what is called "circular migration".
However, there have been changes in migration dynamics that have given women
true autonomy in their decision and ways of migration. Likewise, the article
includes the prehispanic history of the Mam people, which places them as the
oldest Mayan civilization in the area. The research is carried out from a
historical, gender and decolonial approach, present in deep discussions held
with Mam women as well as with grassroots organizations and institutions.
Keywords: Women; Indigenous Peoples; Migration; History;
Labor
Tipología: Artículo de investigación
Recibido: 26/02/2018
Evaluado: 22/03/2018
Aceptado: 17/05/2018
Disponible en línea: 00/00/2018
Cómo citar este artículo: Robles-Santana, M. A. (2018). Acercamiento a
la histórica migración de mujeres indígenas Mam de Guatemala a las fincas
cafetaleras de Chiapas (México). Análisis de su situación actual. Jangwa Pana, 17(3),
XX-XX.
Esta es la
relación de cómo todo estaba en suspenso, todo en calma, en silencio; todo
inmóvil, callado, y vacía la extensión del cielo. Esta es la primera relación,
el primer discurso. […] Llegó aquí entonces la palabra, vinieron
juntos Tepeu y Gucumatz, en la oscuridad, en la noche, y hablaron entre sí…
Popol Vuh
Las antiguas
historias del Quiché
Introducción
La presente investigación es
una aproximación a un estudio más amplio que tiene como objetivo abordar la
migración de las mujeres indígenas mames a la región del Soconusco, México,
desde un enfoque multidimensional. Se trata de explorar los impactos que la
vulnerabilidad migratoria supone en sus vidas, y la carga que adquieren las
dimensiones históricas ligadas a la etnicidad y al género en el contexto
laboral. Con objeto de conocer el colectivo humano al que hacemos referencia,
se realiza en primer lugar un acercamiento a su pasado prehispánico y a la
relación política que ha marcado a esta región de frontera históricamente. Esto
permite que el análisis del presente histórico adquiera sentido si se entiende
dentro de un marco ligado a la historicidad de los procesos que atañen a las
poblaciones originarias. A partir de esta introducción, acometo el análisis del
grueso de la investigación: las dinámicas migratorias de las mujeres mames y el
acercamiento a los obstáculos que enfrentan en el Soconusco como migrantes y
como empleadas en las fincas cafetaleras. De esta forma, el análisis de las
múltiples aristas que se derivan por su condición etno-genérica en su proyecto
migratorio, ya sean aspectos laborales, institucionales o identitarios, es el
trasfondo principal del artículo.
Los elementos teóricos que
guían el estudio son el cruce entre las categorías “género”, “etnicidad” y
“migración”, siendo, en consecuencia, un análisis interseccional (Crenshaw,
1991). Este enfoque me ha permitido observar elementos que determinan las
causas por las cuales las mujeres indígenas, para el particular de esta
investigación, acusan la vulnerabilidad migratoria de una manera específica en
relación a otros colectivos sociales.
Es en la intersección de los
sistemas de dominación —etnia, clase, género, sistema cultural, educación
formal…— en donde se ubica la posición más desfavorable que ocupan en la
sociedad las mujeres indígenas. Su situación de exclusión social histórica
sigue estando marcada, no solo por la pervivencia de factores de marginalidad
en las poblaciones originarias, sino también por los descriptores físicos, las
adscripciones socio-culturales y la historia colonial. Sus cuerpos de mujeres,
indígenas, racializadas y étnicas, las sitúan en el desplazamiento social permanente,
correlativo al que siguen soportando las comunidades indígenas de América
Latina.
Los sistemas de dominación
de género, de clase y de etnia, principalmente, crean múltiples jerarquías de
poder en los distintos campos sociales, teniendo como resultado la
desvalorización de las personas o colectivos que se encuentran en la base de
estas categorías y generando una serie de efectos socio-políticos que laceran
sus derechos de ciudadanía en sus respectivos países.
Materiales y métodos
El
trabajo empírico se ha realizado en tres fincas cafetaleras de Chiapas. La
metodología de investigación ha partido de tres perspectivas necesarias para
este estudio concreto, esto es: la contextualización histórica, la perspectiva
de género y la realización de una investigación descolonizada. Estos tres
enfoques son necesarios para abordar una investigación que analiza procesos que
implican el estudio de poblaciones originarias y, en particular, de mujeres. Es
apremiante desligarse del etnocentrismo que las/os mismos investigadores
tenemos normalizado en nuestro haber, de tal forma que se necesita vislumbrar y
comprender el componente colonial que afecta de manera interseccional a dichas
poblaciones. Asimismo, el enfoque de género es fundamental, pues en toda investigación
se debe interpretar cómo el género influye de manera diferencial en los
procesos en los que analizamos a los colectivos sociales.
De
acuerdo con Laura Velasco y Mª Dolores París (2014, p. 5) la migración indígena
en Latinoamérica es un fenómeno multiétnico que, además, adquiere un carácter
transnacional debido a los fuertes lazos que unen a las/os migrantes indígenas
con su comunidad originaria. Dependiendo de la región, la etnicidad, el género
y la generación, así como las políticas migratorias del país de destino,
variará en forma e intensidad.
De
esta forma, se considera la migración como un fenómeno dinámico y relacional
que está sujeto a múltiples variables que van modulando los diversos y
emergentes escenarios, así como los patrones de movilidad asociados. Estas
variables se observan no solo en los desplazamientos, sino también en los
impactos que producen en las personas que protagonizan todo el ciclo migratorio
(origen, tránsito y destino). Estos impactos adquieren complejas dimensiones
que obedecen a condicionantes sistémico-estructurales, atravesadas por el
género y la identidad étnica en todo el proceso.
En
este sentido, la migración a las fincas cafetaleras desde Guatemala a Chiapas
responde a unos criterios básicamente étnicos pues, como veremos en lo que
sigue, para el caso que nos ocupa es la población íntegramente indígena Mam la
que va a emplearse en las fincas en las que se ha realizado el estudio. Dicho
estudio se ha realizado desde una perspectiva y etnografía de género. Patricia Castañeda
(2012) define esta metodología como “la descripción orientada teóricamente por
un andamiaje conceptual feminista en el que la experiencia de las mujeres,
junto con la develación de lo femenino, está en el centro de la reflexión que
conduce a la observación” (p. 221).
El
trabajo de campo se realizó en los meses de mayo y junio del año 2015 . El
estudio etnográfico ha supuesto la piedra angular del mismo, siendo el método
“en el que el dato se construye en una relación dialógica con el Otro” (Oehmichen-Bazán,
2014, p. 11), aspecto que se ha privilegiado de manera constante.
Siguiendo
esta dimensión ética y responsable, se han realizado 19 entrevistas
semiestructuradas y abiertas, de las cuales 12 fueron en profundidad. También
se realizó un grupo focal de dos horas en el que participaron dieciocho mujeres
y un hombre. Las edades de todas las mujeres entrevistadas están comprendidas
entre los 25 y los 43 años. De igual modo, se realizaron entrevistas en
profundidad a dos propietarios y a un gestor de tres fincas cafetaleras, a la
representante de Migración en el Ayuntamiento de Tapachula, al coordinador del
Albergue Temporal Municipal de Tapachula para niñas migrantes (DIF, Desarrollo
Integral de la Familia), a dos representantes del Albergue Belén de Tapachula y
a la coordinadora de la Organización Internacional para las Migraciones,
ubicada en la misma ciudad. Se profundizó sobre el particular con académicas/os
del Colegio de la Frontera Sur (ECOSUR) especialistas en este campo de estudio,
y se contactó con migrantes en tránsito, así como con activistas de
organizaciones sociales como el Centro de Derechos Humanos Fray Matías de
Córdova (CDHFMC), Voces Mesoamericanas y FOCA (Formación y Capacitación), estas
dos últimas situadas en la ciudad de San Cristóbal de las Casas, Chiapas.
Por
tanto, el trabajo de recogida de información (tanto etnográfica, como de
fuentes histórico-documentales y de literatura especializada) se realizó a
través de una metodología multilocal en el Estado de Chiapas, concretamente en
las ciudades de San Cristóbal de Las Casas, en Tapachula y en las fincas
cafetaleras de la Región del Soconusco.
El
trabajo en campo se extendió durante tres días a Guatemala. Esto supuso una
primera incursión al Departamento de San Marcos, contexto originario de donde
parten las mujeres mames que migran al Soconusco. La visita se realizó en dos
partes: en primer lugar, invitada por el cónsul general de México en Tecun Unam
(Guatemala), Don Roberto Canseco, al 4º
Foro Transfronterizo San Marcos-Tapachula celebrado el 26 de mayo en Malacatán,
Guatemala. Dicho foro, en el que participaron numerosas organizaciones civiles
e institucionales de ambas regiones fronterizas, permitió que pudiera ponerme
en contacto con varias organizaciones sociales.
Una
de ellas, la organización Movimiento de Trabajadores Campesinos (MTC), aceptó
recibirme en su sede. Durante los días 2 y 3 de junio de 2015 se visitó, en la
cabecera municipal de San Marcos, la sede del MTC, organización que desde el
año 1997 trabaja en pro de las/os trabajadoras/es guatemaltecas/os —migrantes y
no migrantes— empleadas/os y dependientes del llamado “sistema de finca
cafetalero”. Este sistema, como lo aseveran en la organización, es un sistema
explotador y no exportador de café, en un juego de palabras donde el término
“exportador” es sustituido por el de “explotador”.
Se
entrevistó en profundidad a tres integrantes de dicha organización que
expusieron las condiciones de las trabajadoras y los trabajadores del campo en
las fincas de café del Soconusco. Asimismo, se entrevistó a un trabajador mam y
a su mujer en una finca de café de Malacatán. Estas entrevistas contribuyeron
al debate y a la reflexión sobre los derechos de las mujeres trabajadoras del
campo a partir del activismo en derechos de las trabajadoras y los trabajadores
migrantes mames. El acercamiento a una finca cafetalera en Guatemala me
permitió conocer una finca en el país vecino, por lo que se pudieron visualizar
otras infraestructuras para la recepción de trabajadoras/es del campo, en su
mayoría mames del altiplano guatemalteco. Todo lo anterior posibilitó ampliar
el campo de visión en el proceso de interpretación de los datos recogidos en
las fincas del Soconusco.
En
suma, los datos obtenidos en esta investigación colaborativa, junto con las
narrativas de las mujeres, han permitido una aproximación al escenario actual
de la migración mame a la región del Soconusco que contribuirá a caracterizar
principalmente las migraciones de las mujeres mames desde una perspectiva
etno-genérica.
Historia, estructura y movilidad en la
frontera México–Guatemala
La
frontera sur de México, en su sentido más amplio, abarca cuatro estados
mexicanos: Chiapas, Tabasco, Campeche y Quintana Roo; estos, limitan con los
países de Guatemala o Belice. La frontera con Guatemala abarca 960 km y con
Belice 186 km, longitud que no incluye 80 km de línea imaginaria que demarca el
límite con la Bahía de Chetumal. Casi la mitad del total de la frontera es
terrestre y el resto fluvial
(Rojas-Wiesner & Ángeles-Cruz, 2012, p. 38). Esta frontera, a pesar
de no haber tenido tanta atención académica como la del norte del país, adquiere
una gran importancia en cuanto a su posición geo-estratégica y porque configura
una región envuelta en una movilidad humana constante, asociada a procesos de
inmigración, transmigración, emigración y retorno.
Para
el caso que nos ocupa, realizando una mirada histórica se ha de resaltar que lo
que hoy es el Estado de Chiapas fue incorporado a México tras un plebiscito en
1824 en el que la población chiapaneca decidió anexarse a este país. Antes,
había formado parte del “Límite Norte del Reino de Guatemala”. Tras la
independencia de México, “la élite española de Chiapas, por medio de la
asamblea provincial, declaró a Chiapas formalmente independiente de España y
Guatemala, y solicitó su anexión a México” (Gutiérrez-Sánchez, 2000) . Sin
embargo, la región del Soconusco no se adhirió hasta 1842 (Castillo, 2002; De
Vos, 2002; Gutiérrez-Sánchez, 2000). La frontera internacional con Guatemala
fue instaurada en 1882.
Como
región fronteriza, ha conformado un “área binacional de regiones fronterizas,
integrada por el sur-occidente de Guatemala y el Soconusco y la Sierra Madre de
Chiapas […]. Resultó ser por muchas décadas del siglo XX la más dinámica de las
regiones en la frontera de México con Guatemala y con Belice” (Ángeles-Cruz,
2009, p. 24). La migración procedente de Guatemala y, concretamente, la del
pueblo Mam, es de larga data. El historiador Jan de Vos hace un magnífico
recorrido por la historia de esta región fronteriza, apuntando específicamente
a los movimientos de la población guatemalteca en dicho espacio común (De Vos,
2002). Este espacio es actualmente cruzado a diario en los dos sentidos por
muchas mujeres mames guatemaltecas que van a trabajar a Chiapas, las cuales se
han conformado como los sujetos principales de la presente investigación en la
frontera sur de México.
Asimismo,
en esta frontera se dan migraciones temporales, en tránsito y permanentes,
junto con movimientos circulares transfronterizos que configuran la historia de
la región del Soconusco, Chiapas (México), con Guatemala (Ángeles-Cruz, 2009;
Castillo, 2009, 2002; Serrano & Martínez, 2009). Hugo Ángeles Cruz habla de
las “distintas fronteras” que la componen a partir de su diversidad y “la
complejidad de los fenómenos sociales, económicos y políticos”, ya que vincula
a México no solo con Centroamérica, sino también con otros países a través de
sus migrantes (Ángeles-Cruz, 2009, p. 23).
Por
ello, en el presente histórico, la frontera sur de México no puede pasar
desapercibida: es la puerta de un importante corredor humano y tránsito hacia
los EEUU. Solo el estado de Chiapas cuenta con ocho cruces fronterizos formales
y un número indeterminado de cruces informales. En esta movilidad humana se
reconocen a aquellas/os cuya intención es llegar a los EEUU, a las/os
trabajadoras/es transfronterizas/os que cruzan por horas o por días la frontera
para trabajar en el Soconusco, a las/os solicitantes de asilo, refugiadas/os,
víctimas de trata y tráfico, menores no acompañadas/os y migrantes
medioambientales. Esto hace que en la actualidad se esté empezando a hablar de
“flujos migratorios mixtos”.
Atendiendo
a esto, la política migratoria se ha recrudecido con el llamado Programa
Integral Frontera Sur , que tiene su máxima expresión en el fortalecimiento de
los controles migratorios . Organismos internacionales, como la CIDH, han
expresado su preocupación ante este programa (Situación de los derechos humanos
en México, 2015).
Una historia fronteriza
Las
y los mames, trabajadoras/es migrantes en el México actual, comparten una
suerte de historia con sus antepasados ya que se encuentran en territorio
ancestral Mam. La etnia Mam vio dividida su cultura a raíz de las demarcaciones
políticas originadas después de la independencia de la metrópoli española,
quedando su territorio histórico fragmentado. En la actualidad, la cultura Mam
se divide entre las/os mames naturalizados mexicanos y las/os mames
guatemaltecos. Esta población llegó a la Sierra Madre de Chiapas cuando era un
territorio desocupado, “iniciando un proceso de formación de pueblos y colonias”
(Gutiérrez-Alfonzo & Hernández-Castillo, 2000, p. 15).
Varios
episodios históricos conforman la historia de esta división: en un primer
momento, fue la población de la provincia de Chiapas —como se indicó más
arriba— la que a través de un plebiscito en 1824 decidió anexionarse a la
nación mexicana. Años más tarde, en 1882, México y Guatemala firmaron los
Tratados de Límites, donde Chiapas, el Soconusco y una parte de Tuxtla Chico,
pasaron a ser territorio mexicano. Las y los mames que quedaron en el lado de
México fueron naturalizados mexicanos y sus tierras fueron declaradas propiedad
de la nación. Posteriormente, hubo varias causas por las que las/os mames
guatemaltecos cruzaron al lado mexicano: entre ellas, la erupción del volcán
Santa María en 1902 y las políticas integracionistas de ambos países
(Quintana-Hernández & Rosales, 2006, p. 14). Asimismo, a finales del siglo
XIX el gobierno guatemalteco, presidido por Justo Rufino Barrios (1871-1885),
expropió las tierras comunales de la población indígena y se aplicó la ley
contra la “vagancia” que obligaba a los indígenas a trabajar en las fincas del
café, todo lo cual provocó la emigración de parte de esta población
(Toriello-Elorza, 2008). Por su parte, el 15 de diciembre de 1883, el gobierno
mexicano de Porfirio Díaz emitió la Ley de Colonización, que promovió la
ocupación de los terrenos mexicanos aledaños a la recién creada línea
fronteriza. En esa época, la población originaria de Guatemala hablante de
Kanjobal, Chuj, Jacalteco y Mam se asentó en la frontera chiapaneca,
“naturalizándose” posteriormente como mexicanas/os (Gutiérrez-Alfonzo &
Hernández-Castillo, 2000; Hernández-Castillo, 1998).
En
este contexto, hay autores que señalan que no se puede entender el contexto
histórico actual de la población Mam ni la ocupación de su territorio sin la
migración a México (Peña-Piña & Fábregas-Puig, 2015, p. 74). La historia de
la población Mam naturalizada mexicana “se inició con la ocupación de un nuevo
territorio donde vivirían marginados en un lugar inhóspito, pero a su vez
obligados por la necesidad de sobrevivir y migrar temporalmente a las fincas”
(Peña-Piña, 2004, p. 62). Sin embargo, tal y como sigue refiriendo el mismo
autor, la población Mam continuó cruzando durante los siguientes años hasta que
el gobierno de México inició las políticas de identidad nacionalistas. Por todo
ello hay que tener en cuenta, como resalta Martha Rojas, la historia de la
anexión a México, la “reclasificación de la población” y la movilidad
poblacional.
El pueblo Mam: una aproximación
histórica
El
pueblo Mam ocupó la zona en la que se originó la civilización maya, esto es, la
Sierra Madre del actual México y la Sierra de los Cuchumatanes, en la actual
Guatemala. Fue en este espacio, en el cerro de Paxil , en el que se originó la
semilla del maíz. Por tal razón, se considera a la etnia Mam como la
civilización más antigua del área (Quintana-Hernández & Rosales, 2006, p.
10-14). En la actualidad, es un pueblo con doble nacionalidad (mexicana y
guatemalteca), que ha logrado mantenerse y sobrevivir a pesar de los grandes
avatares de la historia (Toriello-Elorza, 2008, p. 9). En términos históricos,
su vida se remonta a la época prehispánica, etapa en la que el Señorío Mam
ocupó un espacio político y social muy destacado: “la influencia del señorío de
Zaculeu llegaba más allá de sus fronteras, aunque no necesariamente el dominio
político” (Toriello-Elorza, 2008, p. 15).
Se
trata de un grupo etno-lingüístico de origen maya. En la actualidad, sus
miembros viven en el noroeste de Guatemala y en una parte del sureste de
México. Este hábitat transfronterizo es el que le imprime un claro continnum
territorial, cultural y lingüístico (Quintana-Hernández & Rosales, 2006, p.
5), a pesar de la división política entre los dos países. En el lado mexicano,
la etnia Mam se ubica en la costa, en la sierra y en la selva de Chiapas, así
como en la región del Soconusco en este mismo estado. En los estados mexicanos
de Campeche, Quintana Roo y Yucatán también hay una pequeña presencia. Según
datos de la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas (CDI)
y el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), la población Mam en
la Región ‘Frontera Sur’ representa a un 43 % de la población indígena con
13.859 personas hablantes (Regiones Indígenas de México, 2006, p. 133-134). En
el vecino país de Guatemala, ocupa los departamentos de Huehuetenango,
Quetzaltenango, Retalhuleu y San Marcos.
El
vocablo “mame” proviene del quiché mam, que significa “padre, abuelo o
ancestro” (Saldaña-Fernández, 1994, p. 5). La lengua mam se habla en 61
municipios de los departamentos de Quetzaltenango, Huehuetenango y San Marcos
(Ministerio de Educación de Guatemala) . Las/os hablantes de mam, según el
censo nacional del 2002, de XI de población y VI de habitación del Instituto
Nacional de Estadística de Guatemala, son 617,171 habitantes. Con una cobertura
geográfica de 6,577 kilómetros cuadrados, distribuidos en 64 municipios de los
departamentos de San Marcos, Retalhuleu Quetzaltenango y Huehuetenango.
Registra tres variantes dialectales conocidas como norte, sur y occidente.
Según el censo nacional de 2012, la población que se identifica como indígena
corresponde a un 40 % del total de la población del país (Caracterización
Estadística República de Guatemala, 2012).
Pasado y presente: Migración Mam hacia
las fincas cafetaleras del Soconusco
Las
fincas cafetaleras de la región del Soconusco en Chiapas han venido disponiendo
para su explotación de mano de obra indígena, tanto de los Altos y la Sierra de
Chiapas (México), como de indígenas mames de Guatemala, las y los cuales siguen
migrando en la actualidad para acometer
el mismo trabajo. Como aportan las fuentes, se registra la presencia de
trabajadores agrícolas de Guatemala desde fines del siglo XIX, pero sin una
estimación concreta (Ángeles-Cruz, 2009; Ángeles Cruz & Rojas Wiesner,
2000; Gutiérrez-Sánchez, 2000; Rojas-Wiesner & Ángeles-Cruz, 2012). Fue en
1997 cuando el INM comienza a registrar la entrada a través de una Forma
Migratoria, la de “visitante agrícola”, y es a partir del año 2001 que se
empieza a sistematizar mejor la información para la cuantificación de
trabajadoras/es (Ángeles-Cruz & Fernández-Casanueva, 2008; Rojas-Wiesner
& Ángeles-Cruz, 2012, Rojas-Wiesner, Ángeles-Cruz &
Fernández-Casanueva, 2008). Sin embargo, no se publican desglosadas por sexo y
las mujeres, aunque registradas, aparecen de manera mayoritaria como “acompañantes”
.
La
región del Soconusco se ha caracterizado por ser un territorio que ha mantenido
vínculos históricos con Guatemala, los cuales han posibilitado la economía
cafetalera, desplazando al cacao hacia una economía doméstica
(Hernández-Castillo, 2012). Las primeras plantaciones de café se establecen en
la región en 1872 y son los propietarios
alemanes los que toman el control político de la región, imponiendo una
agricultura capitalista (Hernández-Castillo, 2012, p. 57). Esta estructura de
plantaciones fue, en buena parte, favorecida por la política de colonización
extranjera que aplicó el régimen de Porfirio Díaz (García-Aguilar &
Villafuerte-Solís, 2014; Gutiérrez-Sánchez, 2000; Hernández-Castillo, 1998).
A
partir de este momento, la región del Soconusco se caracteriza por una
estructura productiva de plantaciones que, más adelante, con la Ley Agraria
Estatal de 1921, siguió protegiendo al latifundio. Con el gobernador Victorico
Grajales se inició “una colaboración
tácita entre el Estado y los finqueros para “facilitar la incorporación del
indio a la cultura” mediante el "trabajo en la finca” (Hernández-Castillo,
1998, p. 401). El México postrevolucionario, con una tímida reforma agraria y
la constitución de los ejidos, siguió permitiendo, de algún modo, mayores
ganancias para los finqueros, pues muchos de estos se ubicaban en zonas altas,
muy difíciles de cosechar e improductivas para el autoabastecimiento de los
ejidatarios; por este motivo, los finqueros seguían disponiendo siempre de mano
de obra (Hernández-Castillo, 1998; Toriello Elorza, 2008). Estos finqueros no
solo se beneficiaban del trabajo de los indígenas venidos de los Altos o de la
Sierra de Chiapas, ni de los mames guatemaltecos naturalizados mexicanos que se
convirtieron en ejidatarios, sino también de los mames guatemaltecos que
llegaban desde el otro lado de la frontera.
De
esta forma, en la actualidad, la frontera en cierto modo se diluye para las y
los indígenas mames de Guatemala. Siguiendo los pasos de sus antecesores, y obligados
por el peso de la pobreza y de la falta de oportunidades económicas, las y los
mames guatemaltecos continúan hoy yendo a trabajar a las fincas cafetaleras del
Soconusco en busca de un ingreso que les permita vivir. Sin embargo, no solo
van a buscar empleo en las fincas del café. Las fincas de mango, azúcar, las
plataneras, y un variado abanico de trabajos informales en la ciudad de
Tapachula, se convierten en el destino de cientos de mujeres, hombres,
adolescentes, niños y niñas indígenas.
No
obstante, y a pesar de este histórico caminar por su territorio ancestral, las
y los mames guatemaltecos se enfrentan, en la actualidad, a múltiples
obstáculos. Obstáculos no solo derivados de su condición étnica, de su clase o
de su situación de migrantes, sino también producto del rechazo de las/os
indígenas mames mexicanos, quienes se sienten amenazados por las condiciones y
sueldos que reciben las/os mames guatemaltecos en las fincas; este aspecto,
aluden, les perjudica (Peña-Piña, s/f. p. 3).
Nuevos patrones migratorios que afectan
a las mujeres mames
A
pesar de la larga tradición migratoria mame hacia la región del Soconusco, en
Chiapas, no es aventurado apuntar que se han adquirido nuevas dinámicas
migratorias, sobre todo en lo que respecta a las mujeres. Cierto es que su
modelo migratorio responde, en la mayoría de los casos estudiados, a una
decisión familiar; empero, se han ido detectando otras formas de movilidad que
las sitúan a ellas como ejecutoras autónomas de sus propios deseos de mejora
personal.
De
esta forma, hay mujeres que se han ido incorporando a otros sectores diferentes
a la agricultura, como el sector “servicios”. Se entrevistó a un gran número de
mujeres que han migrado solas y no como parte de la unidad familiar: unidad
que, tradicionalmente, se ha denominado “unidad de producción” por la necesidad
de incorporar al trabajo a todo el núcleo familiar. La dinámica habitual en la
migración al Soconusco de familias mames se da de manera considerable durante
los meses de la recogida del café (de octubre a enero), época que, además,
coincide con las vacaciones escolares en Guatemala. Esta característica hace
que migre la familia al completo. En la actualidad, esta dinámica migratoria se
sigue dando; sin embargo, muchas familias se encuentran con que ya sus hijos
menores no pueden ser mano de obra. Varias fincas han tenido que poner freno a
esta contratación familiar para preservar los derechos de la infancia. En este
sentido, han mejorado las condiciones para con las/os niñas/os. En las fincas
en las que realicé mi trabajo de campo está expresamente prohibido que las
niñas y los niños trabajen, y es obligatorio que vayan a la escuela. Dichas
fincas cuentan con escuela propia y dos maestras (una de infantil y otra de
primaria).
Esta
ruptura de patrón incide negativamente en los recursos económicos que las
familias necesitan obtener, pero favorece a sus hijas/os en lo que a
condiciones de explotación y derechos laborales se refiere (bajo un sistema de
protección de la infancia que se sabe universal por ser recogido en multitud de
cartas internacionales). Sin embargo, en el haber cultural y en las prácticas
ancestrales de las comunidades mames, el trabajo de las/os niñas/os beneficia a la familia en su conjunto
y a la comunidad por extensión, por lo que en momentos de necesidad les cuesta
rehusar de estos potenciales brazos productores, aunque a la larga hacerlo les
beneficie, pues permite a las/os niñas/os continuar sus estudios a este otro
lado de la frontera. De hecho, esa es la esperanza que expresan algunas madres:
que los estudios de sus hijas/os sean un activo para la familia. Aun así, las
familias han tenido que cambiar sus estrategias en la búsqueda de empleo ya que
esta nueva modalidad no es muy bienvenida: es aceptada porque no les queda más
remedio, es una conformidad involuntaria. Así, aparecen los nuevos nichos
laborales en los que la familia puede desplegarse y seguir manteniendo esa
“unidad de producción”: las/os niñas/os son enviados a trabajar a la ciudad de
Tapachula (Ángeles-Cruz & Rojas Wiesner, 2000; Blanco-Avellán, 2012;
Nájera, 2009). En la ciudad, el trabajo está prácticamente segregado por sexo,
de tal forma que los niños se dedican a la venta ambulante y a la limpieza de
zapatos —los llamados “boleros”—, y las niñas, por lo general, al servicio
doméstico y a la hostelería. Hay niñas que se dedican a la venta ambulante,
muchas de ellas provenientes del servicio doméstico, porque no se han sentido
cómodas viviendo encerradas y explotadas.
En
la ciudad, las instituciones no son capaces de frenar las condiciones en las
que están trabajando niñas, niños y adolescentes, quienes trabajan durante
muchas horas en condiciones de vulnerabilidad cuasi absoluta. Tras entrevistar
a la responsable de migración de la ciudad de Tapachula, esta también hace eco
de cómo en las fincas cafetaleras se quedan, desde hace tiempo, muchas niñas y
niños sin registro: bien porque los padres les dejaron allí y nunca volvieron a
recogerlos, bien porque nacieron en México y no les registraron. Esta situación
deja a estas niñas/niños sin nacionalidad, sin documentación. Por tanto,
estaríamos hablando de población sin identidad, apátridas de facto, pues no
tienen un reconocimiento jurídico: criados o nacidos en México, pero sin ser
sujetos de derechos una vez salen de la finca. Esta situación nos ubica
directamente en uno de los problemas más graves de vulnerabilidad diferencial y
jurídica que se inscribe una vez más en la población históricamente excluida.
Tras
las entrevistas con mujeres en dicha situación, se comprueba que hay una muy
difícil gestión de este particular con las autoridades mexicanas. En primer
lugar, las que han tratado de iniciar el proceso denuncian desconocimiento para
tramitar la documentación (muchas no saben leer o escribir), y en segundo
lugar, les exigen la firma del padre, y algunas de ellas son madres solteras.
Porque no está el
padre no nos dejan sacar papeles, [se] necesita [la] firma de los dos, el niño
no tiene papeles, por ley tienen que firmar los dos. ¿Y si ya el padre murió o
se fue con otra mujer?...Por ley quieren ellos, y no sé por qué…o se fue a los
Estados Unidos, ¿qué podemos hacer? (María, 25 años, comunicación personal, 15
de junio de 2015).
Otras
mujeres denunciaban el alto costo económico de este proceso, lo que
directamente les hacía no planteárselo. Así también, otro aspecto asociado que
dificulta esta gestión es el relacionado con el transporte y los horarios para
dirigirse a las dependencias municipales desde las montañas donde están
situadas las fincas, así como el hecho de que los funcionarios no hablan la
lengua mam, por lo que son muchas las mujeres que no pueden entenderse con las
trabajadoras y los trabajadores de las
instituciones. Varios elementos se entrecruzan en la resolución de este
trámite, el cual parece estar atravesado por el mundo de las “mordidas” o
chantajes de muchos funcionarios públicos. La exigencia de que las actas de
nacimiento o de registro tengan que estar firmadas por los dos progenitores
deja una vez más a las mujeres en una clara desventaja social y en una
situación de indefensión absoluta: marcadas por todas las subordinaciones
estructurales en base al sistema sexo-género. Estas discriminaciones, que
alimentan a la sociedad en base a una jerarquía de sexos o a una
heterosexualidad normativa, sigue desprestigiando la capacidad de las mujeres
para con su propia autonomía, como madres y como sujetos-agentes.
Dentro
de este marco y volviendo a las nuevas estrategias en la migración Mam hacia el
Soconusco, se observa que la familia necesita de varios salarios más allá del
suyo propio. La “unidad de producción” se fragmenta en cuanto que ya no es una
migración agrupada familiarmente, pero se mantiene en lo que a obtención de
recursos económicos se refiere. Veamos cómo afecta a las mujeres mames en el
sector cafetalero y sus efectos ligados a la vulnerabilidad migratoria.
Mujeres Mam que migran solas
Los
cruces de mujeres mames de Guatemala a México son diarios y de larga data. Como
afirma la Dra. Martha Rojas, migrantóloga especialista en la Frontera Sur de
México —y yo misma pude constatar—, muchos de estos cruces son de ida y vuelta
en el mismo día, ya que cruzan a México para trabajar en la venta ambulante y
regresan a sus casas. Algunas vienen con sus hijas/os, y otras lo hacen solas .
Esta realidad hace que no se puedan tener datos estadísticos fehacientes con lo
que respecta a las mujeres que “migran solas”. Tampoco podemos inferir su
“autonomía” en la migración como un hito especial. Muchas de las mujeres a las
que se entrevistó durante el trabajo de campo —las cuales migraban para
trabajar de manera temporal a la región del Soconusco— habían migrado sin la
compañía de un varón, pero todas acompañadas por amigas o familiares —también
mujeres— con las que compartían el proyecto migratorio.
En
cualquier caso, el que la migración mame a esta región de México sea un hecho
histórico, como se ha visto anteriormente, y el que las mujeres trabajadoras
migrantes a las que se ha entrevistado para este análisis provengan del
departamento fronterizo de San Marcos, unido a la relativa facilidad para
cruzar la frontera, hace que sea posible encontrar a muchas mujeres y jóvenes
que cruzan sin el acompañamiento de hombres. Su proyecto puede ser autónomo, si
se trata de madres adultas solteras, o familiar, si se trata de chicas jóvenes
y adolescentes.
La
demanda y la necesidad de mano de obra poco cualificada y barata, que se
requiere desde Chiapas, aumenta los flujos de migrantes para trabajar en
distintos sectores: las mujeres son una pieza clave en el mercado de trabajo
transnacional y transfronterizo, caracterizado por la precarización y los bajos
salarios. Así, la precariedad laboral, asociada a la migración, va a verse
marcada por el género, la generación, la clase social y la etnicidad. La edad
de las mujeres migrantes las va a posicionar en distintos nichos laborales, y
el factor étnico va a ser un elemento esencial en la migración guatemalteca al
Soconusco: en ciertos espacios laborales, como el doméstico, las empleadoras
demandan solo mujeres indígenas para trabajar en sus casas.
El
género, la etnicidad y la clase social están incluidos en las etiquetas y
prejuicios hacia las mujeres mames y se incrementa a partir de la visibilidad
que produce su vestimenta tradicional y sus rasgos corporales, tales como su
color de piel, pelo o estatura. A su
vez, los estereotipos ligados a las poblaciones originarias como la pobreza y
el subdesarrollo, permiten que se genere toda una ideología de cosificación y
diferenciación socio-cultural. Trasladado este análisis al ámbito laboral,
encontramos lo que se ha venido a denominar el “reemplazo étnico” (Besserer,
2014; Blanco-Avellán, 2012), donde la mano de obra indígena ha sustituido a la
local. De acuerdo con la antropóloga Tania Cruz, “en el contexto de la
migración, las representaciones comienzan por la apariencia física de quienes
se trasladan y permanecen en espacios culturalmente ajenos y se convierten en
los otros dentro de la sociedad receptora” (Cruz-Salazar, 2011) . En este
sentido, el mercado laboral en el Soconusco obedece a criterios de género y
etnicidad fundamentalmente.
La
migración en esta frontera desde hace más de dos décadas está adquiriendo
nuevas formas y tipologías; se observa cómo las mujeres se han incorporado a
otros espacios laborales más allá del sistema de finca cafetalero. La causa no
responde únicamente a la crisis de este sector, sino también a la necesidad de
mano de obra como consecuencia del desarrollo de la economía mexicana hacia sectores
como el comercio y los servicios. De igual forma, se puede decir que las
movilidades se deben a factores no solo vinculados a la economía, sino también
a desastres naturales (huracanes Mitch y Stan) o a episodios de violencia
económica y política en Guatemala.
Las
mujeres mames han sido y son agentes en las migraciones y en sus procesos. La
gestión de su propia autonomía, más allá de las subordinaciones
histórico-estructurales con base al género y a la etnicidad que les acompaña, y
más allá de las decisiones familiares, en algunos casos es complicada, pues las
mujeres siguen sujetas a estas subordinaciones. Aunque algunas tratan de
transgredir estas normativas ligadas al género y a la familia, en muchos casos
son cuestionadas. La autonomía de las mujeres mames como dueñas de sus propias
decisiones es difícil de medir y valorar, pues habría que conocer la
normatividad socio-cultural y de género comunitaria que las condiciona.
Tras
las entrevistas satisfechas, y desde una perspectiva de género “occidentalizada”,
las únicas que no se veían sujetas a los designios de la familia eran las
mujeres adultas y separadas de sus esposos. Solo ellas tenían un
posicionamiento vital muy claro que, a priori, no parecía condicionado por
decisiones familiares o comunitarias. Sin embargo, las chicas jóvenes, solteras
o casadas, estaban sujetas a dobles mandatos de género: el estructural y el
familiar.
Las
pertenencias étnicas y de género que portan (o lo que podríamos denominar
“identidades creadas de subordinación”) son las que se proyectan en su caminar;
nosotros, el resto de la sociedad, las recogemos para anclarlas en nuestros
pre-juicios y en nuestro sistema de valores, creado con base a este triple
criterio ya mencionado. De esta forma, se afianza la visión paternalista,
esencialista, etnocéntrica y colonial para con las poblaciones indígenas y, más
en particular, para con las mujeres originarias, despojándolas simbólicamente
de su autonomía y de sus capacidades, y potenciando las estructuras de
desigualdad inherentes a estas identidades creadas.
Existen
variadas dimensiones de análisis en el fenómeno migratorio de las mujeres más
allá de su proyecto familiar. Las mujeres se ven influenciadas por condiciones
estructurales y simbólico-culturales que atraviesan en este caso su proyecto
migratorio. Tanto es así que las (o) presiones
de género o “jerarquías de poder intra y extradomésticas” (Ángeles-Cruz
& Rojas-Wiesner, 2000) pueden incidir en la decisión última de migrar. Así,
se presentan factores como la toma de decisión ligada a los roles y a las
relaciones de género establecidas en su comunidad, la pertenencia a la unidad
familiar como proyecto de vida, las desigualdades estructurales y su histórica
exclusión del “contrato social”; aspectos estos activos, vivos, que impactan en
el hecho de migrar y en las dimensiones relativas a su agencia, estrategias y
potencial vulnerabilidad migratoria.
El trabajo de las mujeres mames en las
fincas cafetaleras
En
las tres fincas de café en las que se desarrolló el trabajo de campo, todas las
mujeres mames eran trabajadoras, desempeñándose en labores agrícolas o como
“amas de casa”. Este último es un trabajo no reconocido legalmente como
“productivo” pero que, sin embargo, dota a la familia gratuitamente de la
tenencia de una persona que no vende sino que regala su fuerza de trabajo.
Tras
el estudio realizado, se reconocen dos tipos de migración a las fincas:
1. Permanente: Migrantes —ya sean familias
nucleares o individuos solos/as— que permanecen durante años en una misma finca
de café o que, incluso, llevan años en el Soconusco trabajando en varias
fincas.
2. Temporal/Circular: Migrantes —ya sean
familias nucleares o individuos solos/as— que de manera temporal acuden a las
fincas. Esta migración ocurre cuando en su residencia habitual en Guatemala se
ha agotado el tiempo de cosecha de su milpa, que es su ocupación principal o, en el caso de la población que vienen de
tierras más bajas, la cosecha de otros cultivos más acordes a esas
latitudes.
En
las entrevistas realizadas a las mujeres, se dan las dos tipologías: tanto
permanentes como temporales. De igual modo, bajo estas dos modalidades
espacio-temporales, se daba que eran
mujeres solas —todas madres solteras—, o parte de la familia nuclear. De la
misma forma, en los dos modelos de migración las había que trabajaban
formalmente en la finca o que ejercían labores de ama de casa. Por lo tanto, el
tipo de migración no determina la labor de ocupación que estas van a ejercer en
la finca sino otro tipo de vulnerabilidades asociadas a su género y, por ende,
al rol que deben cumplir.
La
edad para comenzar a trabajar en las familias mames no está determinada, aunque
se comienza a ayudar a la familia a edades tempranas. Las condiciones de
pobreza y marginalidad que han acompañado a las comunidades mames en San Marcos
requieren de las capacidades físicas de todos los miembros del núcleo familiar
para obtener mayor productividad y, por tanto, mayor ganancia.
Las
mujeres, los niños y los jóvenes son el sector más vulnerable cuando bajan a
trabajar. Los niños en el nivel de educación porque aquí no terminan su
escolarización [en Guatemala], sino que bajan al otro lado antes de que termine
el año. Entonces, cuando regresan tienen que volver a repetir. La salida de
migración es la familia, porque contra más miembros lleves, más cosecha
recolectas, más dinero te pagan. Las condiciones de salud, de vivienda, eso es
todo una porquería, la gente prefiere ir más a México que a Guatemala. (Ana
Aguado, integrante del MTC [Movimiento de trabajadores campesinos, Guatemala].
2 de junio, 2015)
Históricamente,
la migración a las fincas ha estado acompañada, para las mujeres, de terribles
condiciones, no solo como producto de un sistema de explotación laboral, en el
que trabajan largas horas y tienen
salarios menores (Pérez-García & Roldán-Dávila, 2011; Rojas-Wiesner,
Ángeles-Cruz & Fernández-Casanueva, 2008), sino también por la
subordinación de género.
En
este sentido, se debe referenciar las violaciones y abusos sexuales en las
galleras. Las galleras son los espacios de vivienda que los finqueros
proporcionan a las trabajadoras y los trabajadores. Aunque las condiciones de
estas instalaciones hoy en día han mejorado en muchas fincas, en otras todavía
siguen conservando esa insalubridad que antaño tenían. En estas galleras
dormían —y en algunas fincas todavía es así— todas y todos los trabajadores
juntas/os y en el suelo, en condiciones de hacinamiento (Duarte & Coello,
2007). Se han denunciado estas condiciones de insalubridad y falta de
consideración para el descanso de la población migrante trabajadora. En muchos
casos, los patronos consideran que, al ser indígenas, están acostumbrados/as a
cohabitar en semejantes condiciones. El hacinamiento en las galleras trae
consigo otros problemas, en el que las mujeres son el sujeto dañado. Hoy en día
en muchas fincas está prohibida la bebida ya que muchas de las agresiones a las
mujeres en la gallera se debían a tal cuestión.
En
finca X [se omite nombre de la finca], ahí están los cuartos llenos de basuras,
lleno de monte todo alrededor, casi cerca del río, entran las culebras, adentro
uno duerme en el piso [suelo]. Peleas, violaciones, hombres que toman, intentan
de subirse sobre una. Cuando yo me quedé viuda me agarraron a la fuerza, fue en
un rancho, los mismos trabajadores, yo grité grité, mi mamá salió corriendo y
fue a ver, dormíamos todos juntos en el piso, y ya los hombres de noche van
buscando dónde están las mujeres que no tienen esposo, hacen abuso con una, me
agarraron a la fuerza, me tiraron, solo por venir a ganarnos la vida aquí,
hemos sufrido tanto para poder venir a dar para el sostén, hemos pasado tanto…y
con los costalones de ropa a cuestas y nos quitan la ropa o nos asaltan en el
camino, y a veces cuando nos quitan el dinero… (Elvia, 34 años, comunicación
personal, 15 de junio de 2015)
En
otras finas en las que he estado las galleras eran horribles, todos dormíamos
pegados y los hombres tomaban y allí pasaba de todo, enfrentamientos,
abusos….aquí estoy muy bien. (Rosa, 43 años, comunicación personal, 8 de junio
de 2015).
Hoy
en día todavía existen las galleras donde no hay ninguna separación y ningún
tipo de estructura habitacional para dormir. Tal y como explica Francisco, un
trabajador mam guatemalteco, cuando se acerca el momento de la llegada masiva
de población migrante para la recogida del café las instalaciones se limpian y
se acondicionan. Aun así, dejan mucho que desear ya que las condiciones son
inhumanas y, además, se genera otra serie de conflictos en los que, como hemos
visto en las citas anteriores, la mujer sale peor parada.
Las
fincas donde se realizó el trabajo de campo han cambiado su forma tradicional
de relación con las trabajadoras y los trabajadores en aras de mejorar no solo
la mala fama histórica asociada a las fincas, sino también de cumplir con su deber
para con las trabajadoras y los trabajadores en la protección de sus derechos y
condiciones laborales. Sin embargo, esto no es gratuito, como afirma la
académica Martha Rojas, ya que obedece a la demanda de los consumidores internacionales.
Varias fincas en el Soconusco están dentro del circuito turístico de Chiapas
llamado “La ruta del café”, por lo que deben cuidar escrupulosamente todas las
condiciones que rodean a la cosecha del café: las materiales y las humanas.
Unido
a ello, el actual momento de inseguridad, rechazo, criminalización, violencia,
sobreexplotación, vulnerabilidades múltiples y falta de derechos humanos,
ligado a la migración, así como la carencia de políticas públicas que protejan
a la población migrante de una manera integral, hace que las grandes fincas se
cuiden mucho de seguir manteniendo unas condiciones laborales y habitacionales
muy perjudiciales para con las y los migrantes que contratan.
Las
fincas cafetaleras están vinculadas a la sobreexplotación de la mano de obra migrante
y a las paupérrimas condiciones en las que han sobrevivido sus trabajadores/as
durante años en la recogida del café. En la actualidad, varias fincas en el
Soconusco se han sumado al compromiso social por cambiar esta situación y han
ido modificando el sistema de contratación, los salarios (parejos entre hombres
y mujeres) y las condiciones habitacionales de la población que llega a su
finca a trabajar. Se han incorporado escuelas para las/os hijas/os de las/os
migrantes y el régimen de comida en algunas fincas ha mejorado, ampliando la
alimentación basada exclusivamente en arroz y frijoles para incluir carne y
otros alimentos. Otro de los aspectos que están desarrollando es la educación
en valores para todas las personas que trabajan y viven en la finca.
Las
galleras que visité, aunque mejores que las de antes (que aún hoy perviven en
algunas fincas), carecen de elementos básicos. Son familiares-individuales y
las/os trabajadora/es ya no duermen en el suelo, pero duermen en literas sin
colchón sobre la misma madera de la litera; no se les proporciona, tampoco,
sábanas ni mantas. Si quieren un colchón o sábanas, lo tienen que traer las/os
mismas/os trabajadoras/es.
Mucho
nos ha costado caminar con todo esto [todas las pertenencias que tienen en la
gallera: mantas, accesorios para la vivienda]. Caminando desde Malacatán para
Tecún Uman...y caminar con todos los niños por el río porque no tenemos ni un
papel ni credencial y si nos agarran nos ponen presos, no nos dejan pasar con
la comida de Guatemala para acá. Nos quitaron el café molido, los elotes
[mazorca de maíz], los plátanos, las manzanas que traíamos de nuestra tierra
para acá…todo nos quitaron. (Elvia, 34 años, comunicación personal, 15 de junio
de 2015).
La
población, por tanto, ahora no duerme en el suelo, pero descansa en una
superficie de madera que no dista mucho de lo que supone dormir en la mera
superficie. Tampoco tienen ninguna especie de estante o armario donde dejar sus
pertenencias, por lo que la misma litera hace a su vez de despensa y armario.
Las paredes no están acondicionadas, por lo que las humedades entran por todos
los rincones. Las condiciones son mejores en cuanto que ya no duermen docenas
de personas desconocidas juntas, pero sigue habiendo carencias. El hecho de que
en las mismas galleras no se disponga de los útiles indispensables para la
acomodación de un cuarto, esto es, un colchón/colchoneta, sábanas y mantas,
hace que las familias vengan cargadas desde Guatemala en un camino en el que
están continuamente expuestas ante la violencia generalizada que invade la
“industria de la migración”.
En
este sentido, el resto de las instalaciones también son susceptibles de ser
mejoradas: los baños de algunas de las fincas tampoco se han reformado con el
paso del tiempo y algunas de las cocinas se ubican tan cerca de la vivienda que
todo el humo entra en la misma. Por lo tanto, las condiciones no son tan
saludables como a priori se expone por parte de la administración de la finca.
Pregunta:
Dormís sin colchón, ¿qué tal la espalda?
Respuesta
de Flor y Flora: [Se ríen] Ponemos ropa para que no nos lastime. En nuestro
pueblo teníamos una cama. Así está incómodo. Aquí no pagamos luz ni agua, ni
renta, nos dan Maseca…solo pagamos lo que compramos. Nosotras no comemos
frijoles, cuando yo como frijoles me da ardor.
Pregunta:
¿Qué tal se sienten en las viviendas que tienen? ¿Les gustan?
Respuesta:
Nos acostumbramos…dormimos sin colchón…alguna tiene colchón [se ríen mucho].
Los que no tienen es porque no se lo han comprado [se siguen riendo].
Pregunta:
¿Lo ven como una carencia? ¿Cómo algo que se podría mejorar?
Respuesta:
Sí.
Pregunta:
¿Y las condiciones de la vivienda? ¿Cocina, lavabo, duchas? ¿Tienen de todo?
Respuesta:
Sí; todo está limpio. Nos sentimos bien.
Las
trabajadoras se sienten bien con las condiciones en las que viven ya que su
situación laboral/habitacional ha mejorado mucho respecto a la de tiempos
pasados. La demanda más importante que refieren las mujeres es la gestión de
los documentos migratorios. No saben cómo ni cuándo gestionarlos, sobre todo
las que llevan muchos años trabajando o viviendo en una misma finca. La
migración mame al Soconusco se entiende como una migración circular, ya que la
mayoría de las y los migrantes vuelven a sus casas en Guatemala al menos dos o
tres veces al año. Si no tienen la documentación en regla, deben cruzar el río
Suchiate (frontera natural entre México y Guatemala) de manera no autorizada.
Sin duda, este cruce es “relativamente fácil” en términos de acceso por la
permisividad de los cuerpos de seguridad que controlan la frontera, por lo que
en cierto modo parece que se “desdibuja la frontera política”. No obstante, las
mujeres sienten miedo por dos aspectos fundamentales: por la subida del río y
por las extorsiones a las que se exponen.
Me
da mucho miedo. A veces está mal tiempo con lluvia y el río está muy grande.
Hay casos que puede ahogar a uno el río. (Mar, 25 años, comunicación personal,
15 de junio de 2015)
A
pesar de la “relativa facilidad” que existe para cruzar la frontera, las
mujeres no se sienten cómodas. Varios aspectos distorsionan esa “frontera
porosa” y “fácil” para los cuerpos de las mujeres. La crecida del río, aunada a
la violencia y a la extorsión, les hace plantearse si ir a sus hogares en
Guatemala, como es la costumbre. Al mismo tiempo, dicha frontera, al menos la
de Tecun Uman (Guatemala) con Ciudad Hidalgo (México), por ser a la que se
referían las mujeres, está totalmente masculinizada. En una cultura patriarcal,
el abuso de los varones sobre las mujeres, que es constante y está normalizado,
se hace más patente en estos espacios. Atendiendo a estas consideraciones, se
constata la continua vulnerabilidad a la que se ven sujetas las mujeres, presas
de la situación de irregularidad en la que se hallan. Para poder cambiar este
espacio de inseguridad, necesitan arreglar su situación como trabajadoras
transfronterizas; sin embargo, ante este trámite también me apuntan sus dudas y
dificultades, las cuales son, principalmente: el no saber cómo gestionar los
papeles —además, muchas de ellas son iletradas—, el tiempo para realizar el
trámite —si no trabajan, no cobran—, y el cómo ir a la Casa Roja en la frontera
Talismán (México), que es la oficina donde se gestionan las formas migratorias.
Ejemplo de ello es esta reflexión:
Es
que, imagínese, hay personas que llevan ya añales de estar aquí y no tienen
pasaporte y deberían de tenerlo, digo yo. Nosotros lo tenemos, el patrón nos
mandó a sacar…. (Linda, 36 años, comunicación personal, 15 de junio de 2015)
Conclusiones
A
partir de los hallazgos en la investigación, una vez se ha entrevistado a los
finqueros, a las trabajadoras y a los trabajadores —tanto temporales como
permanentes, migrantes y no migrantes—, y observadas las condiciones laborales,
se puede observar en las migrantes mames actuales —sujetos de este análisis— un
sentimiento de “conformidad relativa” en relación a sus condiciones presentes,
las cuales están directamente relacionadas con sus experiencias de explotación
anteriores. Tal y como expresaron aquellas mujeres que tienen una larga data
trabajando en distintas fincas, ahora están viviendo un momento de mucha menos
precariedad y mejores condiciones en todos los niveles. Las que llevan menos
tiempo y no tienen esa experiencia laboral en otras fincas, sí tienen una
visión más crítica respecto a sus condiciones de trabajo y vivienda. Emiten
quejas sobre el difícil acceso a la salud y los eventuales retrasos en los
pagos; sin embargo, como no tienen un espacio donde quejarse y no se ven
cómodas en ese papel, se adaptan a las circunstancias.
Paralelamente,
se ha observado cómo en las fincas en las que se realizó el trabajo de campo
hay una tendencia a la mejora de las condiciones de las trabajadoras y los
trabajadores, donde ya tienen, por ejemplo, igualados sus salarios. Al ser
fincas grandes y con diversos apoyos, pueden realizar un trabajo transversal en
cuanto a educación medioambiental, violencia de género, infraestructura y
salud.
Aun
así, hay aspectos que necesitan ser mejorados en aras de que haya un
conocimiento y reconocimiento, por parte de la administración de la finca, de
las carencias expuestas. Entre las demandas más importantes para las mujeres
estaba la gestión de la documentación migratoria. En el grupo focal que se
realizó en una de las fincas, se planteó que algo positivo sería que la
administración dispusiera de un transporte para trasladar a las personas que
necesitan arreglar sus papeles y así poder legalizar su situación (pero con los
empleadores o administradores allí presentes). Otra cuestión importante en el
análisis es el tema de la niñez. Las madres solteras, a la hora de registrar a
sus hijas/os, tanto si su intención es nacionalizarlos o si buscan entrar de manera
legal al país, necesitan la firma del padre para la gestión de esta
documentación, como ya se comentó más arriba. Es decir, el consentimiento
paterno: la constatación paternal es la que garantiza el nacimiento de la
hija/o. La madre aparece, entonces, como carente de reconocimiento y de
potestad, lo que supone un atropello a los derechos de la nacida/o y de la
madre soltera. Las mujeres se sienten impotentes e indefensas ante un abuso a
sus derechos como madres y como mujeres, lo cual también supone un atentado
hacia los derechos de la niña/o por las autoridades, al dejarle sin
documentación, sin registro y, por tanto, sin identidad (CDHFMC, 2011; IMUMI
& ONU, 2015). Las madres, ante esta situación de irregularidad, utilizan
estrategias para que, finalmente, sus hijas/os consigan los documentos en
detrimento de sus propios derechos como madres. La opción más utilizada es
ceder su “derecho de madre” a familiares o vecinos mexicanos (Pérez-García
& Roldán-Dávila, 2011). Dicha maniobra se transmite a través de sus redes
sociales y se tiene la creencia de que es un trámite muy sencillo de realizar,
sin ser a veces conscientes de los costos económicos, emocionales y jurídicos
que conlleva.
En
otro orden de aspectos, en las entrevistas también se ahondó, por un lado, en
conocer si podían disfrutar de tiempo libre y, por otro, en cuestiones
relativas a sus raíces culturales. Las mujeres están sometidas a largas horas
de trabajo y no disponen de tiempo para el ocio o el desarrollo de otras redes
de convivencia más allá de la laboral, por lo que quedan atrapadas en un
espacio muy restringido, donde no poseer los documentos migratorios les limita
aún más. Esta característica se potencia más cuando se vincula su pertenencia a
una población originaria. Sus rasgos físicos, así como su vestimenta, les hacen
ser objeto de discriminaciones y subordinaciones múltiples, lo que influye en
su tránsito por espacios públicos si llegado el caso eligieran estos como
espacios de esparcimiento. Acorde a esta idea, se observa cómo la etnicidad y
el tiempo libre se enlazan para amplificar la vulnerabilidad y la vulneración
de su movilidad como sujetos de derechos. En las fincas de café, viven en una
especie de “pueblito” que se ha creado en el terreno dedicado a las viviendas
de las trabajadoras y los trabajadores. Este espacio común es generador de
ámbitos de sociabilidad interétnica (ya que todas y todos las/os
trabajadoras/es no son indígenas), pero no por ello se hacen efectivas estas
relaciones. Los “chismes” y el aislamiento entre familias también se da. Este
enclave, en razón de tiempo de uso, lo ocupan más las mujeres ya que, como se
dijo en párrafos anteriores, algunas de ellas son “amas de casa” y pasan todo
el día en el mismo. Sin embargo, la verdadera vida del “pueblito” se genera por
la tarde, cuando ya han llegado todas y todos de trabajar, y las/os niñas/os ya
han salido de la escuela. Es entonces cuando se produce el espacio-tiempo
propio, más allá del trabajo. Estas horas las dedican a estar con sus esposos,
a ir a por leña, a cocinar o a descansar. En las entrevistas manifiestan que
“nunca” o “muy esporádicamente” bajan a la ciudad, por lo que sus vidas se
reducen al perímetro que demarca la finca, sin poder disfrutar de otros
espacios que ofrece la región del Soconusco dada la lejanía de las mismas.
Muchas de estas mujeres se quejaban de que no podían adquirir ciertos bienes
porque solo se conseguían en la ciudad. Hubo dos mujeres a las que no les
preocupaba su tiempo libre ya que habían tomado la decisión de no descansar
ningún día para poder producir todo lo que pudieran y así obtener más
ganancias:
A
Tapachula no vamos. No nos da tiempo porque estamos trabajando. No libramos
porque queremos tener pago todos los días. No queremos salir, solo trabajar.
¿Y
pensáis que vais a estar aquí siempre? Sí.
¿Por
aquí tampoco paseáis? No, ya cuando llegamos estamos cansadas y hay que bañar,
lavar, cocinar, ir a por la leña. Yo voy por mi leña, la buscamos con el
machete.
¿Pero
tenéis un día libre? No. Tal vez, pero nosotras no queremos dejar de trabajar,
para tener el pago todos los días.
¿No
os apetece un día salir de paseo y conocer Tapachula? No, nada. No queremos
salir, solo trabajar. Nos levantamos a las 5:30 de la mañana, nos acostamos
como a las 8 a las 9 de la noche. Hay veces que nos levantamos a las 3 o a las
4 de la mañana para hacer el desayuno. (Flor, 30 años. Flora, 25 años,
comunicación personal, 10 de junio, 2015).
Sus
palabras expresan la necesidad y el objeto de su migración: obtener recursos
para poder alimentar a sus hijos y que no les falte lo básico. Su pago es muy
limitado y necesitan trabajar todos los días. Una de ellas había dejado a sus
hijos en Guatemala, al que cada tres meses va a ver:
Vamos
a Guatemala cada tres meses. Yo siempre voy por el río. Mis hijos están los dos
en Guatemala y voy allá a dejarles dinero. Van a la escuela; uno tiene diez y
el otro ocho. Yo no sé ni leer ni escribir; allí no tuve escuela, mis hijos sí.
El papá buscó a otra mujer detrás de mí. (Flora, 30 años, comunicación personal,
10 de junio, 2015).
El
sacrificio no es por ella sino por sus hijos. Historia que se repite en todas
las conversaciones. El abandono y sacrificio de una misma mujer, por el cuidado
de los demás, no permite otros planteamientos fuera de ese rol de madre, de
mujer abnegada. Otras mujeres afirman que el dinero no les alcanza para ir a
Tapachula, ya que la ciudad genera más gastos. De las mujeres entrevistadas,
tan solo hubo una que dijo que sí bajaba:
Sí,
alguna vez a comprar, aquí casi no mucho, venden más caras las tiendas, y vamos
con los niños a Tapachula. Ayer no pudimos [domingo] bajar. Ahí tengo una
hermana trabajando. (Rosío, 32 años, comunicación personal, 15 de junio, 2015).
Como
se mencionó con anterioridad, existen impedimentos: el transporte y el tiempo.
Las fincas están ubicadas en los altos del Soconusco, en terrenos escarpados y
lejos de la carretera principal por la que pasa el transporte público. Todo
esto viene a indicar que el tiempo libre lo disfrutan dentro de la misma finca.
Muchas han tenido a sus hijas/os en la finca, y allí está su casa. Para ellas
la migración es permanente. Otras van y vuelven, a una u otra finca dependiendo
de las condiciones que obtengan y de la oferta que haya. Durante los meses de
la cosecha tienen asegurado el trabajo pero, el resto del año, van a probar
suerte. Su experiencia hace que sepan lo que se juegan dependiendo de la finca
a la que vayan: salarios menores, espacios de vivienda anti-higiénicos, entrada
de intrusos…y según eso eligen dónde quieren trabajar, si está entre sus
posibilidades tomar este tipo de elección.
Respecto
a su identidad como mujeres mames y la conservación de sus raíces culturales,
una primera aproximación hace ver que hay una pérdida paulatina de su
identidad, alimentada por un proceso gradual de elementos que se entrecruzan y
que promueven esta pérdida. Se trata de factores internos y externos. Los
factores externos son aquellos que de manera directa o indirecta inciden en las
políticas de discriminación hacia la población indígena. Los factores internos,
por su parte, son producto de esa discriminación: las propias poblaciones los
introducen e interiorizan como características propias que les son
perjudiciales. Las mujeres mames entrevistadas están perdiendo sus raíces culturales
más visibles: sus ropas, sus peinados y su lengua. Aunque todavía muchas de
ellas las conservan, poco a poco van desprendiéndose de algunas de estas
pertenencias. Este es un asunto en el que la presión a la asimilación se hace
presente.
Cuando yo hablo me
dicen…. ¡saber qué habla usted!….y eso me lo dicen mis niños porque ya no
entienden, porque ya no les enseñamos. Hay quienes hablan bien así y se burlan
de una.
Nosotros
pué ya casi aprendimos con nuestra abuelita, pero como yo ahora que ellos pue aquí
crecieron de este lado y pué casi no pueden. Antes yo sí era de corte [falda
tradicional], pero ahora me cambié porque empezamos a trabajar de este lado y
en este lado no hay muchas gentes de cortes, y nos cambiamos de ropa. (Rosío,
32 años, comunicación personal, 15 de junio, 2015).
Cabe
destacar dos elementos esenciales en la pérdida de sus referentes culturales:
1) La
no transmisión de la lengua originaria por parte de sus padres. El proceso de
desindianización de la población a través de la ideología dominante hizo que
muchas familias dejaran de hablar su lengua para dejar de sufrir discriminación
por ello. En Guatemala son muchos los intentos de homogeneizar la cultura
guatemalteca con objeto de invisibilizar las culturas étnicas, en un proceso iniciado
desde la conquista española (Girón, 2010, p. 244). Esto ha repercutido no solo
en la población indígena y no indígena, sino también en las mismas burlas por
parte, incluso, de sus hijas/os, quienes ya rechazan la lengua y la perciben
como una característica ajena y susceptible de ser rechazada con contundencia.
2)
Su vestimenta, la cual abandonan por la convicción de que ese acto les va a
dotar de una mayor integración en la sociedad mexicana. La no transmisión de la
lengua y el despojo de su vestido, que no solo es tradicional sino también
habitual, implican la pérdida de los mismos elementos como valores culturales,
así como la minusvaloración de las personas que los mantienen. Este aspecto se
suma a las vulnerabilidades múltiples que se van entrecruzando, donde los
estereotipos culturales y étnico-raciales tienen un componente de primer orden
que potencia el desprendimiento de sus significantes culturales. En las fincas,
las mujeres que van quedándose de manera permanente los van perdiendo más
rápido que las que migran de manera eventual-circular, ya que la “residencia
fija” de estas últimas sigue estando en su comunidad. En esos casos, su idioma
y su vestimenta se siguen manteniendo con más facilidad.
Concluyendo,
quiero resaltar que en la zona hay más de 250 unidades productivas de café, por
lo que en ningún caso los hallazgos aquí presentados se pueden extrapolar, ya
que la realidad en las otras fincas puede ser diferente, tal y como lo
indicaron la mayoría de mujeres y hombres que trabajan temporalmente en las
distintas fincas. De esta forma, quiero dar cuenta de las limitaciones que
tiene el no haber podido realizar un estudio exhaustivo en otras fincas
cafetaleras no asociadas a la ruta del café. Esto se debe a la disconformidad
de los propietarios finqueros que no están dispuestos a que se hagan análisis
en su propiedad. En cualquier caso, los datos obtenidos en campo, contrastados
con otras fuentes de investigación como el trabajo colaborativo con
organizaciones sociales, las estancias de investigación en centros académicos y
la revisión de fuentes, permiten que en el marco de este artículo se puedan ir
desbrozando los primeros resultados de investigación en cuanto a las grandes
fincas cafetaleras ligadas al turismo del café en Chiapas, puesto que son en
las que sí se ha realizado el presente estudio y de las que se derivan los
resultados.
Ángeles-Cruz,
H. (2009). Las múltiples dimensiones de la migración internacional en la
frontera sur de México. En Serrano, J. & Martínez, G. (Eds.). Una
aproximación a las migraciones internacionales en la frontera sur de México
(pp. 21–52). Ciudad de México, México D.F.: ECOSUR, REMISUR.
Ángeles-Cruz,
H. & Rojas-Wiesner, M. L. (2000). Migración femenina internacional en la
frontera sur de México. Papeles de Población, 6 (23), 127–151.
Besserer,
F. (2014). Comentarios críticos y cinco propuestas para pensar la migración en
el momento actual. Desacatos, (46),
88-105
Blanco-Avellán,
B. (2012). “No me puedo dejar”: negociación y resistencia en el empleo
doméstico. Aproximación a la capacidad de agencia de las empleadas domésticas
guatemaltecas en Tapachula, Chiapas (Tesis de Maestría). Centro de
Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social, San Cristóbal de
las Casas, Chiapas, México.
Carrillo,
A. L. (2001). Más allá de la invisibilidad. Trabajo femenino en la frontera:
Guatemala-México. En E. Tuñón-Pablos, (Ed.), Mujeres en las fronteras. Trabajo,
salud y migración (Belice, Guatemala, Estados Unidos y México) (pp. 143–163).
Ciudad de México, México: Colef, Ecosur, Colson, Plaza y Valdés.
Castañeda
Salgado, M. P. (2012). Etnografía feminista. En N. Blazquez Graf, F. Flores
Palacios & M. Ríos Everardo (Eds.), Investigación feminista. Epistemología,
metodología y representaciones sociales (pp. 217–238). México: UNAM, Centro de
Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades, Centro Regional
de Investigaciones Multidisciplinarias: Facultad de Psicología.
Castillo,
M. A. (2002). Región y Frontera: la frontera sur de México. Elementos
conceptuales para la definición de región fronteriza. En E. F. Kauffer- Michel
(Ed.), Identidades, Migraciones y Género en la Frontera Sur de México (pp.
19–47). Ciudad de México, México: ECOSUR.
Castillo,
M. A. (2009). El contexto y los aportes de las investigaciones sobre migración.
En J. Serrano & G. Martínez, (Eds.), Una aproximación a las migraciones
internacionales en la frontera sur de México (pp. 13–18). Ciudad de México, México: ECOSUR, REMISUR.
Crenshaw, K. (1991). Mapping the Margins:
Intersectionality, Identity Politics, and Violence against Women of Color. Stanford
Law Review, 43 (6),1241-1299.
Cruz
Salazar, T. (2011). Racismo cultural y representaciones de inmigrantes
centroamericanas en Chiapas. Migraciones Internacionales, 6 (2), 133–157.
Del
Águila- Flores, P. (2007). Zaculeu: ciudad postclásica en las tierras altas
mayas de Guatemala. Ministerio de Cultura y Deportes, Dirección General del
Patrimonio Cultural y Natural, Departamento de Investigaciones Antropológicas,
Arqueológicas e Históricas, Ciudad de Guatemala, Guatemala.
Duarte,
R. & Coello, T. (2007). La Decisión de Marcharse: Los pueblos indígenas
migrantes de Guatemala y Chiapas. Consejería en Proyectos, Ciudad de Guatemala,
Guatemala.
Fuentes
& Guzmán, F. A. (1882). Historia de Guatemala o Recordación Florida.
Madrid, España: Luis Navarro Editor.
García-Aguilar,
M. C. & Villafuerte-Solís, D. (2014). Tres ciclos migratorios en Chiapas:
interno, regional e internacional. Migración y Desarrollo, 22, 3–38.
Gutiérrez-Sánchez,
J. (2000). La migración indígena en la frontera sur. Causas y perspectiva.
Ciudad de México, México: INI, PNUD.
Gutiérrez-Alfonzo,
C. & Hernández-Castillo, R. A. (2000). Los Mames. Éxodo y renacimiento.
México D.F.: Instituto Nacional Indigenista.
Hernández-Castillo,
R. A. (1998). Indigenismo y desarrollo en la frontera sur chiapaneca. En
Comercio Exterior, 48(5), 399–408.
Hernández-Castillo,
R. A. (2012). Sur profundo. Identidades indígenas en la frontera
Chiapas-Guatemala. Ciudad de México, México: Publicaciones de la Casa Chata.
Isacson,
A., Meyer, M. & Morales, G. (2014). La otra frontera de México. Seguridad,
migración y la crisis humanitaria en la línea con Centroamérica. WOLA (La
oficina en Washington para asuntos latinoamericanos). Washington, D.C.
Kauffer-Michel,
E. F. (2002). Identidades, Migraciones y Género en la Frontera Sur de México.
Ciudad de México, México: El Colegio de la Frontera Sur.
Nájera,
J. (2009). Trabajo extradoméstico de las migrantes guatemaltecas en Chiapas. En
M. E. Anguiano-Téllez & R. Corona Vázquez. (Eds.), Flujos migratorios en la
frontera Guatemala - México (pp. 103–154). México: SEGOB, Instituto Nacional de
Migración, Centro de Estudios Migratorios El Colegio de la Frontera Norte, DGE
Ediciones.
Oehmichen-Bazán,
C. (Ed.). (2014). La etnografía y el trabajo de campo en las ciencias sociales.
Ciudad de México, México: Instituto de Investigaciones Antropológicas, UNAM.
Peña-Piña,
J. (n.d.). La identidad étnica Mam ante los procesos migratorios extra-regionales
en la región Soconusco, Chiapas. Recuperado de
Peña-Piña,
J. (2004). Migración laboral de las mujeres y estrategias de reproducción
social en una comunidad indígena Mam de la Sierra Madre de Chiapas (Tesis de
Doctorado). El Colegio de la Frontera Sur, San Cristóbal de Las Casas, México.
Peña-Piña,
J. & Fábregas-Puig, A. (2015). Frontera, procesos migratorios y autonómicos
en la conformación territorial Mam: cambios y perspectivas. Revista LiminaR.
Estudios Sociales Y Humanísticos, 13 (2), 62–83.
Pérez-García,
N. & Roldán-Dávila, G. (Eds.). (2011). Mujeres migrantes en el Soconusco.
Situación de su derecho a la salud, a la identidad y al trabajo. Ciudad de
México-México: INCIDE Social.
Quintana-Hernández,
F. & Rosales, C. L. (2006). Mames de Chiapas. Pueblos indígenas del México
contemporáneo. México D.F., México: CDI.
Recinos,
A. (1952). Pedro de Alvarado: Conquistador de México y Guatemala. México D.F.,
México: Fondo de Cultura Económica.
Recinos,
A. (1947 [2012]). Popol Vuh. Las antiguas historias del Quiché. México
D.F., México: Fondo de Cultura
Económica.
Rojas-Wiesner,
M. L. & Ángeles-Cruz, H. (2012). La situación de las mujeres migrantes en
la frontera de México con Guatemala. En Tuñón-Pablos, E. & Rojas-Wiesner,
M. L. (Eds.), Género y Migración. (pp. 37–66). San Cristóbal de Las Casas,
México: ECOSUR, COLEF, CIESAS, COLMICH.
Rojas-Wiesner,
M. L., Ángeles-Cruz, H. & Fernández-Casanueva, C. (2008). Trabajo y
Migración Femenina en la Frontera Sur de México (pp. 141–158). En Herrera, G.
& Ramírez, J. (Eds.), América Latina migrante: estado, familias, identidades.
Quito: Ecuador: FLACSO.
Saldaña-Fernández,
M. C. (1994). Mames. Pueblos indígenas de México. México D.F., México: Instituto Nacional Indigenista.
Secretaría de Desarrollo Social.
Serrano,
J. & Martínez, G. (Eds.). (2009). Una aproximación a las migraciones
internacionales en la frontera sur de México. San Cristóbal de Las Casas,
México: ECOSUR, REMISUR.
Toriello-Elorza,
J. A. (2008). Los Mames. Monografía. San Cristóbal de las Casas, México: A. C.
Editorial Fray Bartolomé de Las Casas
Velasco
Ortiz, L. & Paris Pombo, M. D. (2014). Indigenous Migration in Mexico and Central America:
Interethnic Relations and Identity Transformations. En
Latin American Perspectives, 41 (3), pp. 5–25.
CDHFMC
(Centro de Derechos Humanos Fray Matías de Córdova) (2011). Por el
reconocimiento a la contribución significativa de las trabajadoras del hogar en
la economía global. Tapachula, Chiapas. Recuperado de:
http://www.cdhfraymatias.org /sites/ default/ files/ situacion_ de_las_ y_los_trabajadores _del_hogar_ en_la_ciudad_ de_tapachula_ chiapas.pdf
CDI
(Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas) (2006).
Regiones indígenas de México
CIDH
(Comisión Interamericana de Derechos Humanos) (2015). Situación de los derechos
humanos en México. OEA/Ser.L/V/II.Doc.44/15. Recuperado de:
http://www.oas.org/ es/cidh/informes/ pdfs/mexico2016 -es.pdf
IMUMI
(Instituto para las Mujeres en la Migración) y ONU (2015). "Las
trabajadoras migrantes centroamericanas en Chiapas. Recomendaciones de política
pública para garantizar el ejercicio de sus derechos" México: ONU Mujeres,
IMUMI. Recuperado de:
http://www.unwomen.org/ es/digital- library/ publications/ 2014/7/ las-trabajadoras- migrantes-centroamericanas- en-chiapas
OIM
(Organización Internacional para las Migraciones) (2015). Mesa Transfronteriza
de Niñez Migrante. Relatoría 4° Foro Transfronterizo, Malacatán, San Marcos,
Guatemala, 26 de mayo de 2015.
[1] Este trabajo se ha realizado gracias a dos
estancias de investigación realizadas en la UNAM (Universidad Nacional Autónoma
de México) y en El Colegio de la Frontera Sur (ECOSUR), en sus sedes de San
Cristóbal de Las Casas y Tapachula, en los años 2013 y 2015. Esta investigación
se inscribe dentro del Proyecto I+D FFI2015-63895-C2-1-R “Justicia, Ciudadanía
y Vulnerabilidad. Narrativas de la precariedad y enfoques interseccionales” del
Ministerio de Economía y Competitividad del Gobierno de España.