Sostenibilidad ambiental: diálogos entre la economía ecológica, el territorio y la territorialidad en el desarrollo resiliente

Environmental sustainability: dialogues between ecological economics, territory and territoriality in resilient development

Dustin Tahisin Gómez Rodríguez
Corporación Universitaria de Asturias, Bogotá, Colombia
OCID: https://orcid.org/0000-0003-0214-9776

Ehyder Mario Barbosa Pérez
Corporación Universitaria Minuto de Dios, Bogotá, Colombia
ORCID: https://orcid.org/0000-0001-5105-4496

*Autor de correspondencia: dustin.tgr@gmail.com

Editor: Juan Carlos Narvaéz

Recibido: 28 de junio de 2024
Aceptado: 22 de septiembre de 2024
Publicación en línea: 10 de octubre de 2024

Citar como: Gómez Rodríguez D. H. y Barbosa Pérez, E. M. (2024). Sostenibilidad ambiental: diálogos entre la economía ecológica, el territorio y la territorialidad en el desarrollo resiliente. Intropica, 19 (1). https://doi.org/10.21676/23897864.5615.

Resumen

El artículo tiene como objetivo general integrar la Economía Ecológica, el Territorio y la Territorialidad para promover la sostenibilidad y la resiliencia. La metodología cualitativa se divide en dos fases principales: la búsqueda de categorías analíticas y la revisión documental a través del método PRISMA. Se identificaron y seleccionaron 179 documentos relevantes, que fueron filtrados según criterios de inclusión y exclusión para asegurar la coherencia con las categorías de interés. Los datos extraídos incluyeron 81 artículos de investigación, 93 documentos institucionales y cinco reseñas. La conclusión principal es que los vínculos entre la Economía Ecológica, el Territorio y la Territorialidad son fundamentales para enfrentar los retos ambientales y económicos contemporáneos. El estudio sugiere que la adopción de enfoques complejos que combinen la comprensión de los límites ambientales con las necesidades humanas es esencial para avanzar hacia soluciones sostenibles.

Palabras clave: Economías en transición; desarrollo sostenible; desarrollo económico y social y medio ambiente

Abstract

The general objective of the article is to integrate the Ecological Economy, Territory and Territoriality to promote sustainability and resilience. The qualitative methodology is divided into two main phases: the search for analytical categories and the documentary review through the PRISMA method. 179 relevant documents were identified and selected, which were filtered according to inclusion and exclusion criteria to ensure consistency with the categories of interest. The extracted data included 81 research articles, 93 institutional documents, and 5 reviews. The main conclusion is that the links between the Ecological Economy, Territory and Territoriality are fundamental to face contemporary environmental and economic challenges. The study suggests that adopting complex approaches that combine understanding of environmental limits with human needs is essential to move towards sustainable solutions.

Key words: Economies in transition; sustainable development; economic and social development and environment

Introducción

Los diálogos entre la Economía Ecológica, el Territorio y la Territorialidad representan una convergencia crítica para identificar los desafíos de sostenibilidad actuales. A diferencia de los enfoques económicos convencionales, la Economía Ecológica incorpora una comprensión integral de las interacciones entre los humanos y el medio ambiente, reconociendo que la economía humana es un subsistema dentro de un sistema ecológico más amplio. Este enfoque destaca la importancia de respetar los límites biofísicos planetarios y busca integrar principios ecológicos en el diseño de políticas económicas (Passet, 1996; Rendón, 2017).

El concepto de Territorio, entendido como un espacio geográfico con características físicas, sociales y culturales específicas, es esencial para la Economía Ecológica. Más allá de las fronteras políticas, el Territorio incluye la interacción dinámica entre la sociedad y su entorno natural, donde los aspectos geofísicos y sociales juegan un papel crucial en la configuración de sistemas económicos sostenibles. La Territorialidad, por su parte, añade una dimensión subjetiva, al considerar los vínculos emocionales y culturales que las comunidades establecen con su territorio. Esta conexión influye significativamente en la percepción y gestión de los recursos naturales, promoviendo la conservación ambiental a través de la identidad local y el patrimonio cultural (Barbosa et al., 2017; Garzón et al., 2023).

La integración de la Economía Ecológica con el Territorio y la Territorialidad presenta tanto desafíos como oportunidades. La gestión sostenible de los recursos naturales es clave para garantizar la resiliencia de los ecosistemas y el bienestar de las comunidades locales. Este enfoque también abre la puerta a la innovación, promoviendo prácticas económicas que respetan la capacidad de carga de los ecosistemas y fomentan la equidad social (Aguilera, 2020; Gómez et al., 2018).

La tesis central sugiere que la integración de estos tres conceptos puede conducir a modelos de desarrollo más sostenibles y resilientes. Este modelo reconoce la interdependencia entre los sistemas económicos, los ecosistemas y las comunidades locales, superando las limitaciones de los enfoques fragmentados (Rodríguez et al., 2021; Varela, 2017). Este artículo tiene como objetivo analizar cómo se puede integrar la economía ecológica, el territorio y la territorialidad para promover la sostenibilidad y la resiliencia.

Materiales y Métodos

La metodología empleada en este estudio adoptó un enfoque cualitativo que se dividió en dos métodos diferentes. Inicialmente, se realizó una búsqueda bibliométrica de las categorías analíticas “Economía Ecológica”, “Territorialidad” y “Territorio”. Este proceso cubrió un período de observación de 20 años en índices como WOS, Scopus, y bases de datos como, Scielo, Redalyc y DOAJ (anexo 2, 3 y 4) (Van Eck y Waltman, 2009; Castro et al., 2017; Aguilera et al., 2020; Barbosa et al., 2020).

En una segunda fase, se efectuó una revisión documental utilizando el método PRISMA (Preferred Reporting Items for Systematic Reviews and Meta-Analyses). Este enfoque corresponde a un conjunto estandarizado de directrices orientadas a garantizar la calidad metodológica y la transparencia en la realización de revisiones sistemáticas y meta-análisis (Page et al., 2021). Su objetivo principal es asegurar la rigurosidad en la identificación, selección y síntesis de los estudios, promoviendo así una presentación precisa y comprensiva de los resultados. A partir de esta revisión, se identificaron 179 documentos en total, de los cuales se seleccionaron aquellos directamente relacionados con las categorías analíticas de interés. En una tercera etapa, se aplicaron criterios de inclusión y exclusión para filtrar los documentos seleccionados, asegurando que solo se consideraran para el análisis aquellos que se vincularan de manera coherente con las categorías de "Economía Ecológica, Territorio y Territorialidad". Posteriormente, se extrajeron y registraron sistemáticamente los datos relevantes de los documentos seleccionados, incluyendo 81 artículos de investigación, 93 documentos institucionales y cinco reseñas (anexo 5) (Bunge, 2014; Rushforth, 2016; Gómez y Rincón, 2023; Gómez y Velasco, 2024a; Gómez y Velasco, 2024b).

Resultados

Los diálogos entre la Economía Ecológica, el Territorio y la Territorialidad se basan en una serie de principios esenciales que guían la comprensión y la acción en este contexto complejo (Maldonado, 2014; Zarta, 2018). La figura 1 refleja las conexiones y cómo estas categorías están interconectadas, donde cada nodo representa un concepto clave y los bordes muestran sus interrelaciones. A continuación, los principios esenciales:

Figura 1. Relación entre Economía Ecológica, Territorio y Territorialidad.

Sostenibilidad Fuerte-SF

La economía ecológica adopta el principio de sostenibilidad Fuerte, reconociendo la necesidad de administrar los recursos de manera que se respeten los límites del medio ambiente. La Sostenibilidad Fuerte (SF) postula que el capital natural es insustituible por otras formas de capital y busca conservar la capacidad de la biosfera para mitigar los impactos del desarrollo. Esto implica establecer límites al uso de recursos naturales y servicios ambientales, conforme a la capacidad de la naturaleza para gestionar la contaminación (Correa, 2017; Neumayer, 1999).

Este principio está directamente relacionado con el territorio, ya que la capacidad de carga de un área geográfica influye en cómo se pueden desarrollar las actividades económicas (Gómez et al., 2021; Maldonado, 2023). En particular, la combinación de principios de economía ecológica con la territorialidad tiene el potencial de mejorar la resiliencia tanto social como ecológica. Al entender y respetar las dinámicas locales y las capacidades de carga de los ecosistemas, se pueden desarrollar estrategias que permitan a las comunidades adaptarse a los cambios ambientales y sociales, minimizando la vulnerabilidad (Georgescu-Roegen, 1994; 1996; Purvis et al., 2019).

Identidad territorial

La territorialidad se fundamenta en el principio de identidad, donde las comunidades establecen un vínculo profundo con su territorio, influenciado por factores culturales, históricos y emocionales (Blanco, 2007). Este principio subraya la importancia de comprender y respetar la diversidad de las relaciones humanas con el entorno geográfico, reconociendo que estas relaciones no son solo utilitarias, sino también simbólicas y afectivas. Asimismo, la territorialidad, al enfocarse en la conexión emocional y cultural de las comunidades con su territorio, introduce una dimensión esencial para la toma de decisiones económicas y territoriales. Esta conexión influye en la manera en que las comunidades perciben el valor de sus recursos naturales y su gestión, lo cual es crucial para la formulación de políticas que promuevan el uso sostenible de los recursos. Integrar esta dimensión emocional y cultural en la planificación territorial no solo mejora la eficacia de las políticas públicas, sino que también fomenta un sentido de pertenencia y responsabilidad hacia el territorio, lo que fortalece las bases para desarrollos sostenibles (Berdegué et al., 2012; Leff, 1998).

Equidad social

La economía ecológica y la territorialidad están profundamente vinculadas a través del principio de equidad social, el cual busca una distribución justa de los beneficios derivados de los recursos naturales y la inclusión de la participación comunitaria en los procesos de toma de decisiones. Este enfoque es fundamental para asegurar que las políticas económicas y territoriales respondan a las necesidades y aspiraciones de todas las partes involucradas, especialmente aquellas comunidades directamente afectadas por los cambios en el uso del suelo y la gestión de los recursos naturales (Boisier, 2001; Carballido, 2013).

Reconocer la territorialidad implica aceptar que los territorios no son simplemente espacios físicos, sino también constructos sociales cargados de significados culturales e históricos. La identidad territorial se configura a través de las prácticas, creencias y relaciones que las comunidades desarrollan con su entorno. Por lo tanto, las decisiones económicas y territoriales que ignoran estos aspectos pueden resultar en conflictos y en la degradación tanto del medio ambiente como de la cohesión social (Escobar, 2008; Boelens, 2009). En efecto, la participación comunitaria se convierte en un elemento esencial al integrar la territorialidad y la identidad cultural en las estrategias de desarrollo. Las comunidades locales poseen un conocimiento único y profundo de su entorno, que es crucial para la implementación de estrategias sostenibles y adaptadas a las realidades locales. Esto se alinea con la economía ecológica, que valora la sabiduría local y el conocimiento tradicional como componentes fundamentales para la gestión sostenible de los recursos (Boucher y Riveros, 2017; Gómez et al., 2021).

Una planificación que incorpora la Territorialidad y la identidad cultural puede facilitar una gobernanza más democrática y equitativa de los recursos naturales. Este enfoque no solo busca la eficiencia económica, sino también la justicia social, asegurando que los beneficios del desarrollo sean compartidos equitativamente y que las voces de todas las comunidades sean escuchadas y respetadas. La integración de estas perspectivas puede fortalecer la resiliencia comunitaria y promover la sostenibilidad a largo plazo, al alinear las políticas con las realidades socioecológicas de cada territorio (Leff, 2004; Martínez-Alier, 2011).

Manejo de recursos naturales

Todas estas perspectivas subrayan la importancia de un manejo sostenible y cuidadoso de los recursos naturales. La Economía Ecológica no solo promueve la eficiencia en el uso de recursos, sino que también se enfoca en mantener la capacidad regenerativa de los ecosistemas, reconociendo que el crecimiento económico ilimitado no es viable en un mundo con límites biofísicos finitos (Giménez y Héau-Lambert, 2007; Alier y Jusmet, 2015). Este enfoque cuestiona la lógica de maximización de beneficios a corto plazo y aboga por una planificación económica que valore la conservación y la restauración de los ecosistemas.

Por otro lado, los conceptos de Territorio y Territorialidad enfatizan la conexión profunda entre las comunidades y los recursos locales. Esta conexión no es meramente económica; incluye dimensiones sociales, culturales y espirituales que configuran la identidad de las comunidades y su relación con el entorno. El Territorio se convierte, así, en una extensión de la identidad comunitaria, donde los recursos naturales no son simplemente insumos para la producción, sino elementos integrales de la vida y la cultura local (Alier y Jusmet, 2015; Giménez y Héau-Lambert, 2007).

La economía ecológica considera la economía humana como un subsistema dentro del ecosistema global, subrayando que la sostenibilidad a largo plazo depende de la capacidad de las sociedades para operar dentro de los límites ecológicos del planeta. Al combinar esta visión con los conceptos de Territorio y Territorialidad, se obtiene una comprensión más compleja de cómo las comunidades locales interactúan con su entorno (Maldonado, 2023; Martínez et al., 2024). Esta interacción es bidireccional: las características geofísicas y culturales del territorio influyen en las prácticas económicas y sociales, mientras que las actividades humanas impactan, positiva o negativamente, en la salud y funcionalidad de los ecosistemas locales (Giraldo, 2018; Correa, 2020).

Integrar estas perspectivas permite diseñar políticas que no solo promuevan la eficiencia económica y la sostenibilidad ecológica, sino que también respeten y fortalezcan las identidades territoriales. Estas políticas deberían reconocer el valor del conocimiento local y la importancia de las prácticas tradicionales en la gestión de los recursos naturales, promoviendo la autonomía y la capacidad de las comunidades para gestionar sus propios territorios de manera sostenible (Leff, 2004; Martínez-Alier, 2011).

Participación comunitaria

La participación comunitaria es un elemento fundamental que une las perspectivas de la Economía Ecológica y la Territorialidad. La Economía Ecológica subraya la importancia de la participación ciudadana en la toma de decisiones, entendiendo que las comunidades locales poseen un conocimiento profundo y específico de su entorno, lo que es esencial para la gestión sostenible de los recursos naturales. Esta participación no solo mejora la legitimidad de las decisiones tomadas, sino que también aumenta la efectividad de las políticas, al estar basadas en la realidad y las necesidades locales (Laverde et al., 2020).

Por otro lado, la territorialidad enfatiza la inclusión de las voces de las comunidades locales en la gestión del territorio, reconociendo que estas comunidades no son solo usuarios pasivos de los recursos, sino actores activos con derechos y responsabilidades sobre el manejo de sus territorios. Al integrar la voz de las comunidades, se fortalecen las identidades territoriales y se fomenta un sentido de pertenencia y responsabilidad hacia el entorno. Esto es crucial para la preservación de la diversidad biocultural y la resiliencia ecológica (Rauchecker y Chan, 2016).

Ambas perspectivas se alinean con los principios de la democracia participativa, que busca garantizar que las decisiones sean no solo equitativas, sino también adecuadas al contexto específico de cada comunidad. La democracia participativa permite que las decisiones reflejen las realidades locales, promoviendo la justicia social y la sostenibilidad ambiental al integrar los conocimientos, valores y prioridades de las comunidades directamente afectadas. Esta convergencia es clave para avanzar hacia un desarrollo sostenible y justo, donde los beneficios del progreso económico se distribuyan equitativamente y se respeten los derechos de las futuras generaciones (Ostrom, 1990).

Preservación de la identidad cultural

La preservación de la identidad cultural es fundamental para comprender la relación intrínseca entre territorio y territorialidad. En este contexto, la economía ecológica reconoce la diversidad cultural no solo como una riqueza inherente, sino también como un componente esencial para la sostenibilidad de los sistemas socioecológicos. La diversidad cultural proporciona múltiples perspectivas y conocimientos tradicionales que son cruciales para el manejo sostenible de los recursos naturales y la adaptación a los cambios ambientales (Gómez et al., 2021).

La territorialidad, por su parte, enfatiza la conexión profunda, tanto emocional como cultural, que las comunidades establecen con su territorio. Esta relación trasciende la mera utilización de recursos e implica un sentido de pertenencia y una identidad colectiva que se construye y se manifiesta a través de prácticas culturales, creencias y modos de vida específicos. Al valorar estas conexiones, la territorialidad contribuye a fortalecer la cohesión social y a construir resiliencia frente a amenazas externas, como la globalización y la explotación de recursos (Rendón y Gómez, 2022).

Al alinear estos principios, la Economía Ecológica y la Territorialidad se integran para formar un enfoque que valora la protección de los ecosistemas y la preservación de las culturas locales de manera simultánea. Este enfoque reconoce que los ecosistemas saludables son fundamentales para la supervivencia de las culturas locales y, a su vez, que las culturas locales desempeñan un papel clave en la conservación de esos ecosistemas. Por lo tanto, la preservación de la identidad cultural no solo es un objetivo en sí mismo, sino también un medio para lograr la sostenibilidad ecológica y social (Leff, 2004; Martínez-Alier, 2011).

La interacción entre la identidad cultural y el territorio resalta la necesidad de políticas públicas que reconozcan y respeten las tradiciones locales y promuevan la gestión participativa de los recursos naturales. Este reconocimiento es esencial para asegurar que los modelos de desarrollo sean adaptativos y reflejen las particularidades de cada territorio, respetando tanto su diversidad biológica como cultural (Toledo, 2001; Escobar, 2008).

Operación a escalas diferentes

La Economía Ecológica, como enfoque interdisciplinario, opera en escalas que van desde lo global hasta lo regional, abarcando los impactos ambientales y económicos a gran escala, tales como la crisis climática, la pérdida de biodiversidad y la degradación de los ecosistemas (Costanza et al., 2017). Este enfoque reconoce la interdependencia entre los sistemas económicos y los ecosistemas naturales, subrayando la necesidad de considerar límites biofísicos y la sostenibilidad a largo plazo en la toma de decisiones económicas.

En contraste, la Territorialidad se centra en escalas más locales y microregionales, enfatizando la importancia de las experiencias, percepciones y relaciones específicas de las comunidades con su entorno inmediato (Lefebvre, 1991). Este enfoque no solo abarca las dimensiones físicas y geográficas del Territorio, sino también las dimensiones simbólicas y culturales, que son fundamentales para comprender cómo las comunidades se apropian, transforman y gestionan su espacio (Escobar, 2001). La territorialidad, al resaltar la conexión emocional y cultural de las comunidades con su Territorio, añade una dimensión crucial para entender cómo se toman decisiones económicas y territoriales que respetan las identidades locales y promueven la cohesión social.

La integración de estos aspectos emocionales y culturales en la planificación territorial puede fomentar un sentido de pertenencia y responsabilidad entre los habitantes, lo que a su vez fortalece las bases para desarrollos territoriales sostenibles y resilientes. Esta perspectiva resalta la importancia de un enfoque participativo y complejo en la planificación, donde las decisiones económicas y territoriales se alineen con las aspiraciones y valores de las comunidades locales, contribuyendo así a la justicia ambiental y social (Gómez y Naredo, 2015).

Valoración de los ecosistemas

En cuanto a la valoración de los ecosistemas, la economía ecológica emplea herramientas como la valoración económica de los servicios ecosistémicos para cuantificar los beneficios que los seres humanos obtienen de la naturaleza, tales como la provisión de agua limpia, la polinización de cultivos, y la regulación del clima (Costanza, 2017). Estas valoraciones buscan integrar los servicios ecosistémicos en la toma de decisiones económicas, facilitando políticas que promuevan la sostenibilidad a través de incentivos económicos y mecanismos de mercado.

Sin embargo, la territorialidad ofrece una perspectiva complementaria al reconocimiento de los servicios ecosistémicos, atribuyendo valor a los aspectos intangibles que no pueden ser fácilmente capturados por las métricas económicas tradicionales. Este enfoque incluye la valoración de los vínculos culturales, espirituales y emocionales que las comunidades establecen con su entorno, elementos que son fundamentales para la identidad y la cohesión social, y que frecuentemente son ignorados en los análisis económicos convencionales (Berkes, 2008). La territorialidad, por tanto, enriquece la comprensión de los ecosistemas al integrar conocimientos locales y saberes tradicionales, ofreciendo una visión más compleja y contextualizada del valor del Territorio (Gómez et al., 2021).

La combinación de los principios de la economía ecológica con la Territorialidad tiene el potencial de mejorar la resiliencia tanto social como ecológica, al promover estrategias que respeten las dinámicas locales y las capacidades de carga de los ecosistemas. Este enfoque integrado permite el desarrollo de políticas adaptativas que consideran la heterogeneidad de los sistemas socioecológicos y las múltiples escalas en las que operan, minimizando la vulnerabilidad de las comunidades frente a los cambios ambientales y sociales (Folke et al., 2005). Al entender y respetar estas dinámicas, es posible desarrollar estrategias que no solo se adapten a los cambios, sino que también potencien la capacidad de las comunidades para gestionar sus recursos de manera sostenible, fortaleciendo su autonomía y su resiliencia a largo plazo.

Discusión

Las divergencias y convergencias entre la economía ecológica, el territorio y la territorialidad presentan tanto desafíos como oportunidades para una integración efectiva. Estas diferencias conceptuales y metodológicas pueden superarse mediante un enfoque colaborativo que combine la eficiencia económica con la resiliencia ecológica y la preservación de la identidad cultural. Este enfoque integrador tiene el potencial de desarrollar políticas y prácticas más equitativas y sostenibles, reconociendo la interdependencia inherente entre los sistemas económicos, los ecosistemas y las comunidades locales (Boucher y Riveros, 2017; Barbosa et al., 2021).

El presente artículo se alinea con las afirmaciones de Garzón et al. (2022) y Gómez y Barbosa (2022), quienes subrayan la planificación territorial sostenible como una herramienta crucial en la intersección de la economía ecológica y la territorialidad. Ambos enfoques buscan integrar la conservación de los recursos naturales con las necesidades económicas y sociales de las comunidades locales. La identificación de áreas clave para la conservación, la promoción de prácticas agrícolas sostenibles y la gestión efectiva de los residuos son elementos esenciales de esta planificación. De la misma forma, la participación activa de las comunidades en la toma de decisiones es fundamental para garantizar que se respeten las perspectivas locales, promoviendo un sentido de pertenencia y responsabilidad hacia el territorio compartido (Gómez, 2020; Hinkelammert y Mora, 2008).

De manera coherente, el artículo se vincula con las indicaciones de Garay et al. (2013) y Georgescu-Roegen (1996; 1994) al señalar que la integración exitosa de la Economía Ecológica en el Territorio puede observarse en diversas prácticas, como el ecoturismo y la agricultura sostenible. El ecoturismo, al aprovechar la belleza natural de un territorio, contribuye a generar ingresos para las comunidades locales, sin comprometer la integridad ecológica. Por otro lado, la agricultura sostenible busca maximizar la productividad de la tierra sin agotar los recursos, adoptando prácticas como la rotación de cultivos, el uso eficiente del agua y la minimización de productos químicos. Estos ejemplos evidencian la viabilidad económica de enfoques que respetan y valoran el Territorio, demostrando cómo la integración de estas perspectivas puede contribuir a un desarrollo más sostenible y equitativo (Hale et al., 2019).

Conclusiones

Los diálogos entre la economía ecológica, el territorio y la territorialidad se presentan como un eje fundamental en la búsqueda de soluciones a los desafíos ambientales y económicos contemporáneos. La adopción de enfoques integrales, que combinen el entendimiento de los límites ambientales con las necesidades humanas, se revela como una necesidad urgente.

Si bien las divergencias y convergencias entre estos enfoques representan desafíos, también ofrecen oportunidades para la integración. Superar estas diferencias requiere un enfoque colaborativo que articule la eficiencia económica, la resiliencia ecológica y la preservación de la identidad cultural. De hecho, la integración efectiva de estas perspectivas puede propiciar la formulación de políticas y prácticas más equitativas y sostenibles, reconociendo la interdependencia inherente entre la economía, el territorio y la territorialidad.

Al reconocer la territorialidad y la identidad cultural como factores clave en las decisiones económicas y territoriales, la hipótesis sugiere que la participación comunitaria es esencial. La toma de decisiones basada en el conocimiento local puede conducir a estrategias más efectivas y sostenibles.

Conflictos de intereses

Los autores declaran no tener conflicto de intereses.

Contribución de los Autores

Dustin Tahisin Gómez Rodríguez y Ehyder Mario Barbosa Pérez: conceptualización, escritura y edición, desarrollo del diseño metodológico, toma de datos y análisis de datos. Adquisición de la financiación.

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