NIÑOS Y NIÑAS COMO CUIDADORES FAMILIARES

María Rosa Estupiñán Aponte1

1. Magister en Desarrollo educativo y social, CINDE - Universidad Pedagógica Nacional. Participante del doctorado en Ciencias Sociales, Niñez y Juventud, CINDE - Universidad de Manizales, Colombia. Correo : mrestupinana@unal.edu.co
Recibido en Junio 20 de 2014
Aceptado en Agosto 21 de 2014


TÍTULO CORTO: NIÑOS Y NIÑAS COMO CUIDADORES FAMILIARES

Para citar este artículo: Estupiñan M. Niños y niñas como cuidadores familiares. Duazary.2014 Dic; 11 (2): 131 - 138


Resumen

En el contexto familiar, el cuidado de otra persona por parte de niños y niñas constituye un terreno inexplorado tanto en su significado como en las implicaciones que podrían darse en el proceso. Aunque históricamente se ha asignado el cuidado familiar a las mujeres generando condiciones de inequidad, incrementada con los cambios sociales de los últimos tiempos, es necesario reconocer que en muchos hogares niños y niñas se han visto obligados a desempeñar esta labor sin la preparación ni las destrezas necesarias. Desde una perspectiva de género, el artículo busca evidenciar esta situación mediante la revisión de los abordajes que sobre el tema se han hecho en países de Europa y Norteamérica, así como el análisis de información obtenida a partir de las Encuestas de Hogares y Uso del Tiempo (EUT) en algunos países de Latinoamérica. Se establece la forma como las problemáticas sociales inciden en las dinámicas, tipo de tareas y responsabilidades que deben asumir niños y niñas en los hogares, mostrando delgados límites entre la colaboración al interior de las familias, la transmisión cultural de roles y funciones y las actividades que podrían incidir negativamente en su crecimiento y el ejercicio de sus derechos.

Palabras clave: niño, familia, cuidadores familiares.

CHILDREN AS FAMILY CAREGIVERS

Abstract

In the family context, the care of another person by children is uncharted ground in both its meaning and the implications that could occur in the process. Although historically been assigned family care to women creating conditions of inequality increased with the social changes of recent times, we must recognize that in many homes children have been forced to do this work without the necessary skills or preparation. From a gender perspective, the article seeks to demonstrate this by reviewing the approaches on the subject have been made in countries in Europe and North America as well as the analysis of information obtained in some Latin American countries from surveys households and time management EUT. How social problems affect the dynamic type of tasks and responsibilities that they bear children in the household, showing thin boundaries between collaboration within families, the cultural transmission of roles and functions and activities set that could adversely affect their growth and exercise of their rights.

Keywords: child, family, family caregivers


Introducción

Las transformaciones demográficas, sociales, económicas y culturales ocurridas en América Latina durante las últimas décadas han incidido en las formas, sentidos y prácticas familiares, imponiendo nuevos retos y tensiones a sus miembros; también han evidenciado la profunda inequidad presente al interior de las familias, particularmente en la relación entre generaciones y entre géneros1.

En la actualidad, los grupos familiares han tenido que adaptarse a las circunstancias sociales en función de sus recursos y activos disponibles para enfrentar situaciones de pobreza, desplazamiento, desempleo, abandono, ingreso de la mujer al mercado laboral, divorcio y rupturas de hecho, entre muchas otras situaciones. Dichas circunstancias constituyen solo algunas de las problemáticas que acrecentaron la vulnerabilidad a la que han estado sometidos inmensos sectores poblacionales, impactando la capacidad de las familias para brindar acompañamiento, protección, contención y cuidado a sus miembros2.

Para responder a estas necesidades, la familia ha asignado a niños y niñas tareas como cuidadores de sus hermanos, abuelos o miembros con alguna enfermedad. Es amplia la literatura que relata las condiciones de niñas y niños que deben cuidar de sus madres enfermas, sus padres ebrios o sus hermanitos, que aunque evidencian sus capacidades para acompañar el cuidado, también muestran las implicaciones en su crecimiento3.

El artículo llama la atención sobre los abordajes que se han dado con respecto a esta problemática en Latinoamérica, planteando algunos puntos de vista sobre las implicaciones que tienen para el reconocimiento de la vulnerabilidad de las familias, así como el planteamiento de políticas públicas dirigidas a ellas y a la población infantil.

El cuidado familiar en perspectiva de género

Los seres humanos deben su existencia a la formación de vínculos interpersonales que permiten la atención de nuestras necesidades concretas. Guilligan4, plantea que la relación de interdependencia entre los seres humanos corresponde a una ética del cuidado, ya que constituye la red fundamental sobre la que se basan nuestras acciones y posicionamiento en el mundo, de ella se desprende la obligación moral de las personas de no abandonar ni ignorar las necesidades de los demás. Somos vulnerables y sólo si nos cuidan y nos cuidamos podemos sobrevivir y desarrollarnos como personas5.

Los cuidados suponen la existencia de vínculos afectivos y la ejecución de tareas para atender y satisfacer necesidades físicas, biológicas, afectivas, emocionales o cognitivas de las personas6, por lo cual constituye un acto indispensable no sólo para la vida de los individuos sino para la permanencia del grupo social que incluye conocimientos, valores, habilidades y actividades emprendidas en el sentido de suministrar las potencialidades para mantener o mejorar las condiciones humanas en el proceso de vivir y morir7. Al respecto, Russell8 asume el cuidado como el resultado de muchos actos pequeños y sutiles, conscientes o inconscientes que no pueden ser considerados completamente naturales o sin esfuerzo.

Tradicionalmente, la familia ha sido vista como grupo social primario en cuyo entorno los seres humanos aprenden e interiorizan las bases del autocuidado y del cuidado de las personas que la constituyen, especialmente de aquellos miembros considerados como dependientes. No obstante, dicho argumento representa un riesgo en el abordaje del cuidado que podría conducir a que las valoraciones de este tipo de trabajo supongan una cierta naturalización, desdibujando e invisibilizando sus contribuciones al bienestar económico y social y desligando el papel que el Estado y otras instituciones sociales juegan en su provisión2.

La economía del cuidado, entendida como un "espacio indefinido de bienes, servicios, actividades, relaciones y valores relativos a las necesidades más básicas y relevantes para la existencia y reproducción de las personas, en las sociedades en las que viven" 9, fortaleció la implementación de Encuestas del Uso del Tiempo (EUT), donde se demuestra la necesidad de asumir los diversos trabajos de cuidados como un componente problemático de las relaciones de género y de las relaciones sociales más amplias 2.

Es interesante notar la poca relevancia que se atribuye a que niños y niñas menores de 15 años aparezcan realizando actividades de cuidado, lo cual de alguna forma legitima que otras personas exijan atenciones por relaciones de poder definiendo posiciones y derechos diferenciales. Este criterio parece reconocer la diversidad de realidades que inciden en las dinámicas internas de las familias, así como los significados, patrones, valores o símbolos presentes en la esfera cultural de la que forman parte, determinando las acciones y decisiones relacionadas con el cuidado.

Por ello, la visibilización de las tareas de cuidado dentro de los hogares donde se identifique a los actores, las formas y las concepciones que lo acompañan, deben representar un objeto de conocimiento más profundo, como base para el estudio de las relaciones sociales fundamentadas en la solidaridad, el respeto y la equidad. Al respecto, Durán, argumenta que el cuidado al interior de las familias no ha sido un objeto de conocimiento muy estudiado: "hay poca reflexión teórica (comparada con el enorme caudal de la reflexión sobre el trabajo extradoméstico, especialmente el asalariado) y menos aún, investigación empírica"10.

Niños y niñas como cuidadores familiares

En las sociedades modernas se ha impuesto el modelo familiar como escenario de protección primaria, privilegiando la potestad paterna, es decir, masculina. Aunque paulatinamente las mujeres han ganado derechos y ahora comienzan a serles reconocidos a los niños, estos últimos siguen siendo vistos como receptores pasivos de educación y protección y como subsidiarios, a través de sus familias, de los servicios que se proporcionan. Si bien es cierto que como seres sociales, niños y niñas requieren de otros seres humanos para lograr los aprendizajes que les permitan desarrollar sus facultades, actuar y expresarse en un mundo moral y de conocimientos, históricamente se les ha tratado como miembros dependientes, invisibles, pasivos y en estado de inacabamiento, evaluados desde tipologías referentes al patrón adulto 11.

Aunque estos conocimientos han aportado a la comprensión de la infancia, por sí solos no han podido explicar las construcciones culturales e históricas diferenciadas ni la condición cambiante de la realidad y las relaciones de poder presentes en las problemáticas que afectan a los niños en la actualidad y que resultan tan complejas como la emergencia de nuevos sentidos y discursos articulados a nuevas prácticas sociales, culturales y políticas que se están reinventando, al mismo tiempo que se reinventan las maneras infantiles de estar en el mundo 12.

El cuidado familiar desde los niños y niñas constituye una de estas prácticas, que se remonta más allá de la aparición del concepto de infancia ya que aunque tradicionalmente los niños y jóvenes son educados desde su participación en las tareas domésticas, las características y el alcance de las actividades de cuidado ejercidas por ellos y ellas, han sido poco exploradas especialmente en el contexto latinoamericano, al contrario de países como el Reino Unido (reconocido como el pionero legal de la existencia de niños cuidadores), Australia, Alemania, Canadá y en los últimos años, Estados Unidos.

Solo para citar un ejemplo, las cifras de la Oficina Nacional de Estadísticas del Reino Unido, refiere para el 2012, que casi un cuarto de millón de niños en Inglaterra y Gales están cuidando a un familiar, 244.000 personas menores de 19 años son los cuidadores y de ellas, alrededor de 23.000 son menores de nueve años. Precisan que las niñas son ligeramente más propensas a ser cuidadores que los niños 13.

Retomando estudios recientes de los países mencionados, Marote14 señalan que 12 años es la media de edad de los niños cuidadores y que aproximadamente, uno de cada 10 pasa más de 50 horas por semana en la prestación de atenciones, además refieren el carácter duradero de la actividad de cuidado, incluso llegando a la edad adulta; plantean que el concepto de niños cuidadores:

"…puede ser definido como niños y adolescentes hasta 18 años, que prestan atenciones de manera significativa y regular, en las actividades de vida diaria, para familiares u otros que viven en la misma casa y que necesitan auxilio debido a la enfermedad crónica o prolongada, física o mental, dependencia asociada a la edad u otras condiciones. Estos niños asumen una determinada responsabilidad que, por lo menos en las sociedades occidentales, normalmente no se destina a los mismos. Este tipo de atenciones puede incluir uno o más de los siguientes componentes: atenciones personales, atenciones de salud, gestión del domicilio, supervisión, conductas referentes a la salida del ambiente hospitalario y soporte emocional. Los niños pueden prestar atenciones directa o indirectamente y, el hecho de que asuman las responsabilidades de salud de un adulto, por sí solo ya engloba el ámbito del cuidar"14.

El cuidado familiar desde los niños y niñas en América Latina

Es importante reconocer que la diversidad de contextos sociodemográficos y culturales que caracterizan a los países de Latinoamérica demandan actividades muy específicas de atención o asistencia a otro u otros miembros de la familia no relacionadas, aunque podrían estar ligadas a la crianza, el apoyo emocional o la adaptación familiar a otros contextos.

Casos de familias monoparentales, inmigrantes, desplazados, o entornos familiares con problemas de alcoholismo o drogodependencias, son situaciones que tornan a niños y niñas como población vulnerable cuando el nivel de la prestación de cuidados y la responsabilidad de la persona que necesita de la atención se vuelve excesiva o inapropiada para él o ella, generando incidencias en su desarrollo psicológico, educativo y social, tales como problemas de conducta y socialización, fracaso escolar, ansiedad o estrés, alteraciones de sueño y cansancio, entre otras 15.

En América Latina la visibilización de los trabajos de cuidado al interior de las familias, ha sido posible gracias a la generación de indicadores en esta área, derivados de las encuestas de hogares existentes en la totalidad de los países de la región y en las encuestas del uso del tiempo EUT16, que aunque menos extendidas e institucionalizadas representan un componente de las relaciones de género y relaciones sociales más amplias adscrita a los sistemas de cuentas nacionales para contabilizar los tiempos y las características de dedicación en trabajos diferenciados por hombres y mujeres 17.

En contraposición, algunas voces rescatan la posibilidad beneficiosa y constructiva del rol de cuidador para los niños y niñas desde la posibilidad de adquirir sentido de responsabilidad, altos grados de madurez y autoestima, aunque se pone en duda la conveniencia de este acelerado desarrollo emocional. También se mira con suspicacia el hecho de que se involucre a las niñas en mayor grado que a los niños en las actividades de cuidado, tanto en lo que se refiere al número de afectadas como a la importancia de la responsabilidad asumida, además de las implicaciones que puede tener el factor étnico y cultural 15.

Independientemente de las posibilidades que pudieran generarse para niñas y niños desde los roles como cuidadores, es importante dar lugar a procesos de investigación más profundos que den cuenta de su incidencia en la vida de las personas en situación de infancia, así como en los diferentes contextos socioculturales de la región, desde una perspectiva de derechos, especialmente desde la opción de decidir. De esta forma se posibilitarían formas más completas de entender el mundo e identificar las falencias con que la sociedad actual construye el entorno infantil.

Materiales y Métodos

La metodología que acompañó la elaboración de este artículo, se basó inicialmente en la búsqueda de artículos derivados de investigación en fuentes de información como la Red de revistas científicas de América Latina y el Caribe, España y Portugal (REDALYC), y algunas relacionadas con el campo de la salud como la biblioteca virtual de salud (BVS), LILACS, IBECS, MEDLINE, La Biblioteca Cochrane, SciELO. Donde se utilizaron los buscadores cuidado familiar, niños cuidadores. De otra parte, se consultaron las bases de datos en los países latinoamericanos que utilizan las Encuestas de Uso del Tiempo Libre, así como empleo, desempleo o subempleo y trabajo infantil en los hogares.

Resultados

Los resultados obtenidos hasta el momento evidencian que el derecho a cuidar y a ser cuidado sigue fundamentalmente dependiendo del tiempo y el esfuerzo que puedan dedicar las mujeres en el seno de los hogares así como de la solidaridad intergeneracional que existe dentro de las familias y de la capacidad de pago de servicios de cuidado18. No obstante, aunque es incuestionable la inequidad de género desde la prolongación de las obligaciones de las mujeres, la alusión a actividades de cuidado realizadas por niños y niñas solo es posible extraerla a partir de las actividades relacionadas con quehaceres del hogar, desde la discriminación realizada por rangos de edad; allí se destaca una significativa participación de las niñas y los niños desde edades muy tempranas (Tabla 1).

No obstante, es importante diferenciar las actividades de cuidado por parte de niños y niñas de las demás actividades ejercidas dentro del hogar, donde se encuentran indicadores relacionados con el trabajo de cuidados familiares que involucran actividades como dar de comer o ayudar a hacerlo, bañar, asear, vestir o ayudar a hacerlo, administrar medicinas, acompañar al servicio de salud, llevar de paseo, hacer compañía en el hogar, hacer alguna terapia especial o ayudarles a realizar ejercicios entre otros (Tabla 2).

Aunque es evidente la mayor participación de las mujeres en las actividades relacionadas con el cuidado desde muy tempranas edades reproduciendo patrones culturales instaurados, son muchos los aspectos que se desconocen relacionados con la magnitud y condiciones de las tareas, que permitirían diferenciar un proceso formativo de las problemáticas que dificultan el crecimiento y desarrollo de los niños y niñas implicados.

Otra de las dificultades para el análisis, radica en las particularidades que cada país impregna a estos procesos además de circunstancias relacionadas con aspectos culturales e identitarios y condiciones sociales como pobreza, subempleo, violencia, consumo de psicoactivos, desplazamiento forzado o desequilibrios afectivos de la madre o el padre, ocasionados por el divorcio, solo para citar algunos ejemplos entre los muchos que forman parte de la realidad social latinoamericana, ya que estas problemáticas inciden en las dinámicas, tipo de tareas y responsabilidades que deben asumir los niños y las niñas en los hogares, estableciendo muchas veces delgados límites entre aquello que es propio de la colaboración al interior de las familias o de la transmisión cultural de roles y funciones y las actividades que podrían afectar negativamente el pleno desarrollo o el ejercicio de sus derechos.

Discusión

Sin desconocer las posibilidades formativas que podrían significar para el crecimiento de niños y niñas acompañar procesos de cuidado al interior de las familias, es necesario reconocer también las implicaciones negativas de algunas condiciones relacionadas, ya que a diferencia de quien hace de su profesión cuidadora una elección, el niño o la niña como cuidador familiar podría verse obligado muchas veces a cuidar a su familiar afectado, sin el soporte, preparación y formación adecuados, lo cual podría representar una fuente de frustraciones, inseguridades, sentimientos de tristeza, rabia, impotencia y desamparo que le colocan en una situación de riesgo e incluso de enfermar 7.

De acuerdo con la CEPAL 18, son muchas las circunstancias sociales que demandan una nueva mirada en torno al cuidado familiar: los nuevos roles de mujeres y hombres, los rápidos cambios sociodemográficos, la mayor participación laboral femenina, la modificación de las estructuras familiares, el envejecimiento poblacional y los cambios en el perfil epidemiológico, modifican las necesidades de cuidado y tornan más que nunca la necesidad de evaluar las implicaciones que esto tiene sobre las actividades de cuidado que niños y niñas deben desempeñar al interior de sus hogares.

Tomar conciencia de esta situación permitiría cuestionar el papel de las instituciones y del estado, tanto para su reconocimiento como en el planteamiento de lineamientos que posibiliten una distribución más equitativa de los roles y de los recursos en el seno de las familias y de la sociedad; está condición permitiría además potenciar nuevos vínculos entre las dimensiones pública y privada del cuidado, articulando las organizaciones, los recursos y la sociedad civil a las necesidades del entorno.

En este sentido, es prioritario que el cuidado abandone el espacio de la esfera privada para acercarse a la esfera pública tanto al nivel de las políticas formales como de la política informal o sociedad civil, ya que los estados y la sociedad tienen la responsabilidad ética, social y moral de proveer los cuidados trascendiendo el ámbito del hogar y de las familias. Sería entonces necesario instalar el cuidado como un problema de política pública, sacándolo del terreno de lo privado y (si se insiste lo suficiente) desnaturalizándolo como lo propio de las mujeres y de los hogares 19; de esta forma, el cuidado adquiere el status de una necesidad humana y un derecho fundamental, lo cual permitiría incorporarlo en la agenda política latinoamericana de los estados, quienes tendrían la obligación de garantizar el derecho a cuidar, a ser cuidado como también a cuidarse 19.

El reto entonces radica en identificar los tipos y condiciones de cuidado que se proveen al interior de los hogares, así como quiénes y a quienes se les suministran, el carácter en el que éste se provee y de qué manera esta actividad mantienen las desigualdades sociales de género.

Conclusiones

Las implicaciones del cuidado de otra persona en el contexto familiar por parte de los niños y niñas constituye un terreno inexplorado, tanto por el significado que tiene, como por las implicaciones que podrían darse en el proceso.

El cuidar de alguien requiere de capacidades muy variadas y condiciones que permitan reconocer la vulnerabilidad del otro, así como de una interacción adecuada de la persona cuidada y con el contexto social en que tanto cuidador como cuidado están inmersos. Al no ser reconocidos como cuidadores, los niños y las niñas inmersos en estos procesos están más expuestos a padecer los efectos negativos del cuidado. Sería necesario aprender de las experiencias de países que han estado abordando esta problemática, para lograr una lectura más pertinente de las actividades de cuidado presentes al interior de las familias latinoamericanas.

Teniendo en cuenta que las necesidades y los recursos con que cuentan las personas varían conforme a su ciclo de vida, las políticas de cuidado deben incidir en el equilibrio de responsabilidades entre la familia, la comunidad y el Estado y deben velar por equilibrar los recursos que se destinan a los diferentes grupos de edad.

Si bien el cuestionamiento a las políticas de cuidado se ha iniciado denunciando las condiciones de inequidad que esta situación implica para las mujeres, la perspectiva de género permitiría ir más allá, en el reconocimiento de los niños y niñas que como cuidadores, también constituyen una población vulnerable frente a esta problemática.

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